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Covid-19 y “La Guerra”

Por Guillermo Green

La pandemia del Covid-19 ha provocado varias escaramuzas sociales en los diferentes países. Los sectores empresariales han luchado con las medidas de cierre que los gobiernos han aplicado. Las escuelas (especialmente las privadas) están luchando actualmente con las medidas impuestas por Ministerios de Salud. Gobiernos municipales luchan contra gobiernos federales porque se ven con menos ingresos debido a los cierres. Y así sucesivamente se está provocando roces y fricción entre un sector y otro.

Pero hay una guerra invisible que es una de las peores. Hemos escrito anteriormente (ver blogues anteriores) que la pandemia sacaría a la luz nuestras debilidades: sociales, políticas, econonómicas y religiosas. Así son las pruebas en la vida. Las llamamos “pruebas” precisamente porque prueban si estamos bien o no, y dónde están las fallas. Todo cristiano da gracias a Dios por las pruebas, porque Dios las usa para mejorarnos y acercar nuestras vidas y familias más a él y a su gloria. Sugiero que esta pandemia está sacando a la luz una verdadera guerra: la guerra familiar.

Dejaré el asunto de relaciones matrimoniales para otro momento, aunque sin duda el covid-19 ha probado esas relaciones también. Aquí urge tocar la guerra que todo padre cristiano tiene por la mente y corazón de su hijo. Escuché hace poco un predicador decir: “El mundo quiere el corazón de su hijo, y juega para ganar, no para perder”. ¡Palabras ciertas! Debemos meditar en varios puntos.

1) Muchos padres piensan que sus hijos son “sus hijos”. Error número 1. Oigamos lo que dijo Dios por medio del profeta Ezequiel, reclamando la actitud de los padres israelitas:

“… Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones, para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía?” (Ezeq. 16:20-21 R60)

En este pasaje encontramos a Dios sumamente airado por el descuido imperdonable de entregar a los hijos a dioses falsos. Probablemente aquí se refiere a la horrible religión de Moloc, en la cual colocaba infantes recién nacidos en la boca de un ídolo de metal calentado con fuego, y basicamente se incineraban a los bebés. Todo esto en nombre de una “piadosa ofrenda” al dios de ellos.

Quiero que notemos lo grave del asunto. Dios señala no sólo el escándalo de sacrificar vivo a los bebés. Dios dice que eran sus hijos. ¡Estaban sacrificando lo que ni siquiera era de ellos! Y esto Dios había dejado claro al comienza de su nación (ver Deuteronomio 6). Los hijos de los israelitas pertenecían a Dios, Dios los daba, los prestaba, para que el padre creyente los preparara y los entrenara en los mandamientos de Dios, para que como adultos le siervieran. Descuidar su preparación era sumamente grave. Agarrarlos y entregarlos a un dios falso ¡era imperdonable! Y pagaron con la destrucción de su vida, su ciudad y su templo. Recuerde que Ezequiel escribe desde Bablilonia – Nabucodonosor ya había destruído todo lo que tenía el pueblo de Israel.

Los hijos de los cristianos no son “sus hijos”. Pertenecen a Dios de una manera muy especial. Es por eso que Dios los sella con el bautismo, los reclama para sí, y encarga a los padres bajo voto solemne “criarlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Aún si sólo uno de los padres es cristiano, Pablo afirma que sus hijos son apartados, son “santos”, están bajo las obligaciones del pacto (1 Corintios 7:14). Los padres cristianos darán cuenta al Dios de pacto por los hijos que Dios les encomendó. El propósito de Dios al entregarlos en el seno de un hogar cristiano es que sean preparados para servir su reino un día. Uno de los desastres más grandes y tristes es la poca importancia que los padres cristianos dan a su responsabilidad con sus hijos ante Dios.

2) Hablemos de una verdadera guerra. Durante toda la historia la verdadera “guerra espiritual” ha sido por los hijos que Dios entrega en el seno del hogar cristiano. A menudo los padres no dan la importancia debida a la voluntad de Dios, de que los padres preparen soldados cristianos. Hay un pasaje poco recordado pero impresionante en el libro de los jueces que aquí citamos. Fíjese que Dios dice que iba a probar a su pueblo duramente para que los hijos “aprendieran la guerra”. Ojo aquí:

Las siguientes naciones son las que el SEÑOR dejó a salvo para poner a prueba a todos los israelitas que no habían participado en ninguna de las guerras de Canaán. Lo hizo solamente para que los descendientes de los israelitas, que no habían tenido experiencia en el campo de batalla, aprendieran a combatir. Quedaron los cinco príncipes de los filisteos, todos los cananeos, y los sidonios y heveos que vivían en los montes del Líbano, desde el monte de Baal Hermón hasta Lebó Jamat”. (Jueces 3:1-3 NVI)

En el caso citado, la guerra que debían aprender era una guerra de combatir enemigos con espada y lanza, una guerra física con sangre y muertes físicas de familiares. Sin embargo, sabemos que el resto del testimonio bíblico (del AT y NT) habla de lucha, combate y peligro espirituales también. A menudo se juntaba el peligro físico con la lucha espiritual – como por ejemplo en el caso de Daniel cuando fue arrojado a los leones. En última instancia, la lucha espiritual es más importante y más peligrosa que la física. Perder esa guerra es perderlo todo. Pedro les recuerda a sus lectores: Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8; R60). Pablo exhorta a poner toda la armadura de Dios “para que podais resistir en el día malo, y habiendo acababado todo, estar firme” (Efesios 6:13ss).

Dios dejó a enemigos en la tierra de Palestina específicamente para que los israelitas enseñaran la guerra a sus hijos. Esto no sucedió, los padres fallaron, y conocemos la historia desastrosa del tiempo de los jueces. Dios tuvo que levantar a un rey, David, para vencer a los enemigos y así traer la paz prometida de Dios. Pero no aprendieron la lección, y luego los padres israelitas dejaron de instruír a sus hijos en el pacto de su Dios, y los entregaban a los dioses falsos de las naciones impías.

¿Cuántos padres hoy por descuido, pereza y desobediencia están entregando sus hijos a los dioses falsos del placer, drogas, sexo ilícito, consumismo u otro? ¿Cuántos padres están más entretenidos con sus teléfonos, ‘chateando’ con amigos mientras sus hijos no están aprendiendo la guerra, y por lo tanto serán devorado pronto. ¿Cuántos hijos aprendieron de sus padres que “vivir dentro del teléfono” es más divertido que tener que pensar en matar canaanitas? (figurativamente) El nivel de descuido espiritual que está sucediendo en la iglesia es igual o peor que cuando los israeltias azaban a sus hijos en la boca de Moloc. Solamente que es un ‘azado lento’ y por eso nadie se queja.

El Covid-19 viene a poner a prueba cómo es la vida en el hogar. Teniendo a los hijos en la casa muchas horas más habría sido una gran oportunidad de avanzar en su entrenamiento para la guerra. Mi pregunta para usted, querido padre cristiano, es esta: ¿Cuánto ha avanzado en adiestrar a su hijo para la vida futura? ¿Cuánto ha aprendido más de las Escrituras? ¿Cuánto ha podido conversar sobre los peligros intelectuales y espirituales del internet?

Hoy la iglesia cristiana languidece en demasiado apatía, a pesar de las pruebas que Dios provee para nuestra mejora. Si no hay cambios drásticos y rápidos, lo único que nos podrá esperar es una opresión de los madianitas, o peor aún, un exilio drástico bajo Nabucodonosor. Hoy es el momento de arrodillarnos ante el Señor en arrepentimiento, y levantarnos a cumplir con nuestra vocación. Entrenar soldados no es tarea ni fácil ni rápida. Pero dará excelente fruto para el reino de Dios. Padre cristiano – ¡a la lucha que sí vale la pena! Y déle gracias a Dios por el Covid-19, porque viene a sacar a la luz posibles debilidades en nuestros hogares.

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¿Qué es tener ‘sed’ de Dios?

Por Guillermo Green

Hay un concepto en la biblia que desbarata toda nuestra hipocresía, aquella “doble vida” que nos permite decir una cosa, y vivir otra. Y es la idea de tener sed de Dios, y ser saciado sólo por él. Tal vez muchos no saben que esta idea corre por gran parte de la biblia. Empecemos con Salmo 42, que compara el deseo de Dios como un venado en la estación seca, que busca agua y no encuentra:

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?  Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?  (Sal. 42:1-3 R60)

Y otra vez, dice David en Salmo 63:

Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. (Sal. 63:1-3 R60)

En ambos casos el salmista desea que la presencia de Dios le satisfaga, y no encuentra otra cosa que lo haga. Habla del “santuario”, donde “vio” la gloria de Dios. Sin embargo, el adorador del Antiguo Testamento no veía literalmente ninguna imagen visible de Dios en el templo. Siempre se ha comunicado la realidad del poder y la gloria de Dios mediante la Palabra de Dios. Fue en el templo que los levitas leían la Ley de Dios. Fue en el templo que el adorador escuchaba de nuevo la “misericordia” de Dios que es ¡mejor que la vida!

Sabemos que la sed representa posiblemente el deseo físico más básico y más fuerte del ser humano. No es fortuito que los salmistas usen esta idea. Y afirman que su deseo de Dios es tan profunda, tan ‘existencial’, tan fuerte como la necesidad de agua para subsistir.

¿Cuál es la raíz de la ‘doble vida’, o la hipocresía en la vida del cristiano? Es precisamente aquí. Creemos que otras cosas fuera de Dios mismo nos van a satisfacer. No satisfacemos nuestra sed espiritual en Dios y su revelación, sino tratamos de encontrar otra fuente – que siempre resulta seca. El profeta Jeremías denuncia la locura del pueblo de Dios al dejar la verdadera fuente de agua viva para cavar cisternas ¡rotas! Un cuadro más patético no se puede imaginar:

Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua (Jer. 2:13 R60)

Hay un pasaje muy fuerte en el cual Dios denuncia a los que lo conocen pero lo rechazan por otros dioses. El castigo divino tomará la forma de privarles de comida y bebida – es decir, experimentarán en su cuerpo y alma el vacío profundo de estar solos y desprovistos en el mundo. Notemos el siguiente pasaje en Isaías:

Pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada. Por tanto, así dijo Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros seréis avergonzados; (Isa. 65:11-13 R60)

Este último pasaje evidencia la profunda importancia que Dios le da a buscarlo a él, su gloria y su salvación por sobre todas las demás cosas. Vivir para la gloria de Dios debe ser un anhelo tan fuerte como sería tener profunda sed. Estar separado de la comunión con Dios, su pueblo, su Palabra – para el verdadero cristiano es como morir de sed.

Jesucristo – fuente de agua de vida

Ante el trasfondo del Antiguo Testamento, Jesús retoma la idea de ‘sed’ y la emplea varias veces. Con la mujer samaritana Jesús afirma poder dar agua de vida eterna (Juan 4:14). Después de multiplicar pan y peces para los cinco mil, Jesús afirma ser mayor que Moisés, porque él es el pan de vida y agua eterna:

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Jn. 6:35 R60)

De igual manera Jesús dio testimonio en el último día de la Fiesta, de que él era el agua de vida eterna. Recordemos el trasfondo del Antiguo Testamento, cuando Moisés sacó agua de la peña. Aquí Jesús compara ese evento con que él imparte agua de vida “eterna”:

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí; y beba, el que cree en mí”. Como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. (Jn. 7:37-39; *note diferente puntuación que la R60)

Muchos de los judíos no querían que su necesidad espiritual fuera suplida por Cristo. Querían pan común, y un líder que los librara de los romanos. Y se llevó a una división entre ellos. Algunos preguntaban si Jesús podría ser “El Profeta”, el Cristo, pero otros se burlaron (ver Juan 7:40-43).

Y de la misma manera sale a la luz nuestra propia hipocresía. Nuestro confort, nuestros impulsos, nuestras ideas de comodidad y auto-realización toman precedencia sobre “tener a Cristo”. La verdad es que muchos sólo siguen a Jesús mientras les suple el pan de cebada y peces del mar de Galilea. Pero cuando Jesús les señala su verdadera necesidad, rapidamente se apartan y hasta afirman que “tiene un demonio” (Juan 7:20).

Querido lector, hagámonos todos esta pregunta muy sincera: “¿Anhelo sobre todo tener a Cristo, ser de Cristo, glorificar a Cristo – más que cualquier cosa?” O ¿pienso constantemente en otra cosa, otra experiencia, otra persona, otro anhelo? El verdadero cristiano seguramente encontrará una lucha en su alma, entre Cristo y su ídolo. Y el ídolo nos quita la plena satisfacción de satisfacernos en Cristo. Por eso estamos inquietos. Por eso nos enojamos. Por eso estamos tristes. Porque el ídolo no podrá nunca satisfacer nuestra sed más profunda.

Escuchemos hoy la voz de Aquél quien unicamente nos puede satisfacer con el agua de vida eterna. Aprendamos a desear a Cristo y su gloria y su gracia. Coloquemos las demás cosas en su lugar apropiado – detrás de Jesucristo. Tenemos una gran promesa – se bebemos de la fuente verdadera del Dios vivo y de su gracia, estaremos plenamente satisfechos. Millones han testificado a ello en las circunstancias más extremas. Y mejor todavía, El que murió por nosotros selló la promesa con su muerte y resurrección.

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El cristiano frente al miedo

(Este artículo es de Rebecca Jones, en medio de la crisis COVID_19  – mayo, 2020)

Un elefante llamado miedo

Por Rebecca Jones

Cuando mi hijo Julien tenía quince meses —capaz de armar un rompecabezas pero no de formular una oración— fuimos a un pequeño zoológico en Francia, cerca de la ciudad donde vivíamos. Sus hermanas mayores Eowyn (4 años) y Stasie (3 años) se adelantaron un poco, mientras yo venía detrás, cargando a Julien en una mochila.

¡Mamá! —exclamó Eowyn, en profunda angustia. — ¡El elefante no está! Pero el guarda del zoológico se encontraba cerca y le explicó que debido a la lluvia, el elefante había regresado a su casa. ¡Y se ofreció a llevarnos! Abrió una puerta oxidada con una enorme llave y entramos al cubículo más oscuro y oloroso que jamás he visto. A nuestra derecha se encontraba una jaula con un bullicioso mono embistiéndose dentro de ella. Antes de poder acostumbrarnos a la oscuridad, sentí un extraño cosquilleo alrededor de mi oreja. En mi intento de alejar a la mosca, ¡toqué la arrugada y seca piel de la trompa del elefante! Preocupada por la reacción de Stasie, quien es sorda, me agaché para tomar su mano y ayudarle a alimentar con maní a esta temible criatura. No pensé en lo que le había hecho a Julien al agacharme. Estábamos lo suficientemente contentos como para salir a la llovizna de esa tarde de primavera.

La nariz detrás del bidé

Más tarde esa noche, Julien dejó caer una nariz plástica del hombre papa detrás del bidé en nuestro baño. (Los bidés son recipientes empleados en los hogares franceses para lavar las partes íntimas. En nuestra casa, a menudo servían como un buen lugar de baja altura para que los más pequeños se lavaran las manos). Le pedí a Julien que recogiera la nariz. Se arrodilló y alcanzó la nariz, pero luego de retirar su mano comenzó a temblar incontrolablemente y a llorar en completo terror. Lo tomé en mis brazos para consolarlo. Sus sollozos disminuyeron, pero esa noche se negó a entrar al baño a cepillarse los dientes, y durante toda la noche se despertó llorando y diciendo: —Nariz, bidé. Nariz, bidé.

Misterio resuelto

Después de tres días, seguía negándose a entrar al baño y seguía llorando durante la noche. Clamé al Señor por sabiduría. ¿Qué le estaba causando tanta angustia a este alegre niño? Llevé la nariz del hombre papa al baño y me senté en el suelo. Coloqué la nariz detrás del bidé y luego la recogí tal como le había pedido a Julien que hiciera. Inmediatamente lo comprendí. En cuanto alcancé la nariz de plástico, ¡mi mano rozó un tubo gris y curvo que corría desde el bidé hasta la pared! El tubo gris. ¡La trompa gris del elefante! Y yo le había dicho que había una nariz detrás del bidé.

¡Aleluya! —Me susurré a mí misma, y con una calma que desmentía la emoción que sentía, encontré a Julien. Lo tomé y lo llevé a la puerta abierta del baño. —Sé que tienes miedo de ir al baño —le dije. —Pero ya no tienes qué temer. Lo entiendo. Te voy a mostrar y explicar. ¿De acuerdo? —Él asintió.

A la distancia, le mostré la tubería. Luego le mostré una foto de la trompa de un elefante. Le expliqué que la tubería no era la nariz de un elefante, que las tuberías en nuestra casa generalmente transportaban el agua que necesitábamos, o sacaban el agua sucia. Empezamos con la manguera de jardín. Hice que la sostuviera y regara las plantas. Después entramos a la casa y nos dirigimos al tubo debajo del fregadero de la cocina. Revisamos y tocamos todas las tuberías de la casa, terminando en la tubería gris detrás del bidé. Esa noche Julien durmió sin emitir un solo ruido.

La “casa del elefante” de Dios

Encarando al elefante

A medida que crecemos en el reino de Dios, nos encontramos en la misma posición de Julien. No solo estamos hechos a imagen de Dios, sino que también somos sus hijos, con un certificado de nacimiento, el sello de su sangre junto a nuestros nombres en el libro de la vida. En ocasiones, sin embargo, sentimos como si estuviéramos solos frente al elefante. Al acordarme de lo que había sucedido, me di cuenta de cómo Julien debió haberse encontrado cara a cara con el elefante. Yo me había agachado para hablar con Stasie, por lo que Julien fue empujado hacia adelante hasta toparse con una impresionante y temible criatura.

Como cristianos, nos encontraremos cara a cara con los elefantes. El Salmo 34:19 nos dice: “Muchas son las aflicciones del justo”. La Biblia menciona muchas de estas aflicciones. El Salmo 23:4 menciona personas crueles que procuran herirnos. El Salmo 46:2 habla de desastres naturales. Podemos ser aplastados por una pared de cemento durante un terremoto y no morir, pero escuchando los gritos de nuestro agonizante hijo. El Salmo 91:5 habla de los terrores de la noche. Un porcentaje escandalosamente alto de mujeres temen la llegada de la noche, la cual trae a la memoria experiencias terroríficas de la infancia y recuerdos del abuso que padecieron durante años. En nuestra actual crisis mundial causada por el Covid-19, nos encerramos en nuestros hogares, aterrorizados de un virus diminuto imposible de tan siquiera percibir. Los miedos son reales. Los terrores están presentes. No somos tontos, pesimistas o poco espirituales si reconocemos su existencia. Dios nos advierte de su realidad. El elefante es real y está al frente nuestro.

Elefantes en la oscuridad

No solo nos sentimos solos contra el elefante, sino que estamos en oscuridad. Difícilmente sabemos de dónde surgirá la próxima amenaza. Utilizamos nuestras manos para alejarlos, y agachamos la cabeza para asegurar nuestras mochilas, con la esperanza de evadir el poder del mal a como dé lugar. El Salmo 23 reconoce que “andamos en valle de sombra y de muerte”. Pablo admite que “ahora vemos por espejo, oscuramente”. Nos estremecemos ante la advertencia de Juan: “el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (Juan 1:11). El elefante se encuentra con nosotros en la oscuridad.

Cuando pronunciar «elefante» nos resulta imposible

No solo estamos solos, no solo estamos en oscuridad, sino que tampoco tenemos palabras para expresar nuestros miedos. Julien no podía articular sus miedos. La vida parecía normal para todos a su alrededor; muy a menudo nuestros miedos son inexpresables. Nadie parece entender por qué nos estamos comportando tan extrañamente, por qué nos resulta tan difícil relacionarnos o seguir adelante con nuestras vidas de manera habitual. Difícilmente lo podemos entender nosotros mismos. Con mucha frecuencia nuestros corazones están a punto de estallar con el dolor que todo ello acarrea, pero nuestras palabras se desvanecen y son inadecuadas. Nos vemos limitados al balbuceo de un bebé de quince meses: —Nariz. Bidé. Si tan solo nos pudiéramos dar a entender. Si tan solo aquellos alrededor nuestro pudieran comprender. Para ellos no hay diferencia entre un día y otro. Pero de repente, nos encontramos con el elefante. Y los demás no se pueden ni imaginar. No tienen idea alguna. Por más que lo intentaran, simplemente no estaban allí con nosotros, expuestos, presenciando esa terrible trompa negra ondearse alrededor de nuestras cabezas, amenazando con consumirnos. Y de esta manera, por supuesto, nuestro gozo desaparece, succionado por el aire húmedo y oscuro de la casa del elefante.

Esperanza en la casa del elefante

Cambiando de perspectiva

Mi propósito con este artículo es traer ánimo en el Señor. Yo simplemente hablo como una hija más de Dios, quien ocasionalmente ha sido abandonada en la mochila, frente al elefante del miedo. Mis miedos pueden parecerte infantiles. Mis amigas nunca entenderán mi lucha con el maquillaje, al igual que yo nunca entenderé sus luchas con arañas o ratones. (En los campamentos de verano, todas las mañanas me elegían para sacar del fregadero las arañas). ¡Los hombres a menudo temen reconocer que tienen miedos! Todos debemos orar por sabiduría para comprender los temores de otros.

Expulsando al elefante fuera de la Iglesia

Ahora, si queremos expulsar al elefante del miedo de nuestras iglesias, debemos permitir que Dios lo enfrente a través del poder de su amor. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Si vamos a enfrentar al elefante del miedo, debemos hacerlo asimilando el perdón de Dios. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4:18). La única manera de evitar el verdadero temor que nos debería sobrevenir al ver nuestro pecado mirándonos fijamente a la cara es dependiendo de la misericordia de Dios. “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Tendremos que bajar de la mochila y ver las cosas desde otra perspectiva: la perspectiva de Dios. Él es el único capaz de vencer nuestro miedo con su amor.

No estamos solos

Si hubieras estado en ese sombrío cubículo, viendo la carita de Julien acercarse peligrosamente al elefante, habrías sabido que no corría peligro. Lo peor que pudo haber recibido era un resoplido de heno áspero en la cara. Ni los enormes ojos brillando en la oscuridad, ni su babeante forma de masticar, ni su ensordecedor barrito, podían hacerle daño alguno puesto que estaba a salvo en mi espalda. Queridos y muy amados hermanos y hermanas en Cristo, no teman. Considera tus miedos desde la perspectiva de Dios. “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11). A medida que nos conduce, nos brinda palabras de consuelo: “los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46:3-4). Escucha atentamente a su tierna voz cuando nos dice — ¡No temas! Dios tiene un control mucho mejor sobre ti del que yo tuve sobre Julien. Si Jesús es quien te carga, estás fuera de cualquier peligro. Estás incluso más seguro, ya que te llevará sobre su seno, bien sujetado en sus brazos. — ¡No temas! “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17). Así que, incluso cuando el elefante más aterrador esté justo frente a ti, no estás solo con tus miedos.

No estamos en tinieblas

Ya no estás en la oscuridad con tus miedos. “Tú eres mi lámpara, oh Jehová”, dice David, quien durante muchas noches húmedas escondido en una cueva aguardaba su muerte. “Mi Dios alumbrará mis tinieblas”, afirma triunfalmente (2 Samuel 22:29). Dios no nos promete que nunca estaremos en tinieblas. Cuando afuera está lloviendo, tenemos que refugiarnos en la cueva oscura; pero Dios promete su presencia en medio de las tinieblas. Y dondequiera que Dios esté presente, las tinieblas no permanecerán. El hombre que nos casó a Peter y a mí hace 49 años, está ahora con Cristo. Pero en su tranquila casa en un lago en Massachusetts, Peter y yo solíamos pasar hermosas tardes hablando durante la puesta de sol hasta el anochecer. Los Walters no eran capaces de arruinar el momento levantándose a encender la luz. Y a medida que el sol se ocultaba, nos sentíamos cada vez más a gusto con nuestras voces. Nos acercamos y descansamos en la paz de las sombras de la noche. Y así es cuando Dios nos pide que caminemos a través de los tiempos oscuros. Él nos esconde bajo la sombra de sus alas. Nos provee un lugar cálido, oscuro y seco para guardarnos del clima y la lluvia, y nos hace reposar con la fuerza de su presencia. Así que la próxima vez que te enfrentes al elefante en la oscuridad, imagínate bajo sus alas, protegido, seguro, oscuro y cálido. Puedes relajarte y pasar la noche allí. La mañana no tardará en aparecer. Te levantarás descansado y listo. —No temas. Proverbios 4:18 dice: «Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”.

No quedaremos mudos

No, no estamos solos. Jesús promete que nunca nos dejará ni nos abandonará. No estamos en la oscuridad, porque donde él esté, allí hay luz. Y no quedaremos mudos. Dios conoce nuestro corazón, incluso antes de que tan siquiera hablemos. A mí me tomó tres días y mucha oración comprender lo que atormentaba al pequeño Julien. Doy gracias a Dios por el destello de sabiduría que me dio ese día para poder aliviar el temeroso corazón de mi hijo. ¡Pero piensa cómo Dios conoce y entiende tu corazón! Él no tiene que pasar tres días en el piso del baño pensando en una nariz de plástico. Isaías 65:24 nos dice: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. Dios promete que su propio Espíritu vendrá en nuestra ayuda cuando no sepamos cómo expresar nuestro dolor. Cuando hemos ido más allá de las palabras, entendemos por qué el Espíritu tiene que orar por nosotros. Como afirma Romanos 8:26, el Espíritu intercede por nosotros con “gemidos indecibles”. Jesús mismo sabía lo que era clamar a Dios. “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” (Hebreos 5:7).

Cuando las tinieblas acechan, el pueblo de Dios se vuelve en arrepentimiento para animarse entre sí. Puede que no seamos capaces de tomarnos de las manos en la oscuridad en este momento, pero caminamos con humilde confianza, aferrándonos a la gran mano de nuestro Padre celestial. ¿Puedes confiar en tu Padre aun con tus temores al elefante? ¿Puedes confiar en que él te sostendrá para consolarte en la oscuridad hasta que él decida traerte a un camino más luminoso? ¿Puedes confiar en él para comprender esos desgarradores “¿por qué?” que clamas cuando nadie más está escuchando? ¿Has depositado tu endurecido corazón en el altar de la misericordia de Dios para que por su divina operación él cambie tu corazón de piedra por un corazón de carne? Debemos arrepentirnos de nuestra falta de fe, nuestra autolástima, nuestra autosuficiencia. Nunca estaremos realmente listos para tender nuestra mano a otra persona sin temor a la traición, si primero no respondemos afirmativamente estas preguntas a nuestro Señor.

Un agradecimiento al elefante

A fin de cuentas, le debemos al elefante una enorme gratitud. Si nos conduce nuevamente a los brazos de Jesús, encontraremos compañía, no soledad. Si nos conduce nuevamente a la luz de Jesús, encontraremos allí la calidez y la alegría del rostro de Dios. Si nos conduce nuevamente a la palabra de Jesús, encontraremos una profunda sabiduría y un himno de alabanza que brota de nuestros corazones. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;  antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3:12–13). Caminamos de la mano a través de la casa del elefante. Sé humilde. No te alejes. Junta tus manos y canta en la oscuridad, porque Jesús está allí cantando a nuestro lado. “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11).

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Pruebas, sufrimiento, y el corazón

Por Guillermo Green

Mucho se ha escrito sobre el sufrimiento humano, desde perspectivas cristianas, ateas, budistas, y otras.  La biblia no es la excepción; también habla del sufrimiento humano.  Pero la interpretación bíblica difiere de todas las otras interpretaciones en un aspecto fundamental, un aspecto que a nadie le gusta.  Y difiere en otro aspecto secundario.

Como la biblia declara que es la revelación de Dios al hombre (y no reflexiones o meditaciones humanas sobre nuestra existencia), nos da la interpretación de Dios sobre este asunto.  Se puede ver en dos capítulos claves – Génesis 3 y Romanos 5 – el origen y la naturaleza del sufrimiento en el mundo.  Su origen es la desobediencia del hombre, sabiendo claramente que en el día que desobedecía, moriría.  Adán y Eva escogieron seguir la mentira del demonio, queriendo «ser como Dios», y trajeron sobre sí mismos y sobre todos sus hijos la maldición que Dios había declarado:  muerte.  El origen del sufrimiento es la desobediencia, y su naturaleza es «muerte» – en todos los niveles de la existencia humana. Es por esto que el ‘sufrimiento’ no se limita solamente a lo físico.  Algunos de los sufrimientos humanos ni siquiera son físicos, sino espiritual, emocional.  Ahora el sufrimiento es parte de nosotros así como la maldición de «muerte» está en nosotros.  Los seres humanos pecan contra Dios, pecan contra sí mismos, y pecan unos contra otros, así difundiendo el sufrimiento a todos y en todo lugar.

En Romanos 5 Pablo declara que la muerte entró al mundo por la desobediencia de Adán.  Pero continúa diciendo que la vida entró por Jesucristo, al cumplir con su obediencia lo que Adán no hizo, al morir por los suyos, y al resucitar para su justificación (ver capítulos 3 al 5 de Romanos).  De modo que la biblia presenta el testimonio del origen, la naturaleza, y la respuesta misericordiosa de Dios en Jesucristo.  El Evangelio ofrece bálsamo para nuestro sufrimiento – aún en vida – y ofrece la respuesta final de Dios al sufrimiento humano con la esperanza escatológica de los nuevos cielos y nueva tierra en que Dios mismo enjugará toda lágrima, y no habrá más llanto ni dolor (Apoc. 21:4).

Dado este testimonio claro, y realmente sencillo, sobre el sufrimiento humano, el aspecto secundario llega a tener gran importancia:  el sufrimiento saca a la luz lo que hay en nuestro corazón.  Hay dos principales opciones:

1) Yo rechazo la interpretación bíblica del origen del sufrimiento, niego mi participación en el pecado de Adán, y me cierro a la solución divina en Cristo, haciéndome un mero víctima de circunstancias ajenas;

o

2)  Acepto con humildad mi participación diaria en el pecado, reconozco que soy merecedor del castigo de Dios y de ‘muerte’, y acudo en fe al único Salvador Jesucristo, encontrando en él consuelo para hoy, y esperanza eterna.

Enfrentar el sufrimiento desde estos dos puntos de vista opuestos hace toda la diferencia en la vida de una persona.  El grave problema para la iglesia de hoy es que la mala  teología ha hecho que muchos escojan la primera respuesta.  Común es oír a cristianos quejándose que «¡no merezco esto!» como si los criterios humanistas del mundo determinaran lo que «merecemos» o no.

Es fácil ser un cristiano de los tiempos fáciles.  Hay muchos.  Pero cuando la vida y las circunstancias «aprietan» se ve lo que realmente hay en el corazón.  ¿Está el Espíritu de Cristo, o está el «Yo» en el trono?

Es una lástima que los cristianos tengan que esperar una crisis en su vida para ver si realmente son cristianos o no.  Estamos perdiendo mucho tiempo.  Estamos perdiendo muchas batallas.  Si los predicadores y maestros no mejoran su teología y vuelven al Evangelio verdadero, la futura presión contra la iglesia, y las pruebas diarias que enfrentan los cristianos, producirán la ‘gran apostasía’ que los apostoles profetizaron.  Es más, ya la vemos en grandes medidas.  «Iglesias» que se volvieron clubes religiosas, pero promueven la agenda del mundo, y no de Jesucristo.

Hay mucho más que podríams decir sobre las formas que Dios ha provisto para que el cristiano sobrelleve los sufrimientos.  La provisión de la Iglesia es una de las más grandes.  Pero en términos individuales, las presiones,  persecuciones y sufrimientos sacan a la luz lo que hay en nuestro corazón, lo que realmente somos.  ¿Cómo vamos?

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Volcanes, desastres y la pachamama caprichosa

Por Guillermo Green

Durante un mes hemos presenciado el poder y destrucción del volcán en Hawaii, y esta semana pasada el catástrofe del Volcán de Fuego en Guatemala.  Nuestro corazón y alma realmente se duelen con todos los que perdieron seres queridos, o casas y bienes.  Es casi inimaginable las escenas que vemos en las fotos.

Espero que los paganos, adoradores de la pachamama, se reserven sus comentarios un poco mejor esta vez, que cuando el tsunami masivo destruyó las costas de Indonesia en 2004.  En esa ocasión recuerdo PERIODISTAS de periódicos principales decir que «la tierra ya no aguanta la contaminación y se está rebelando» y otras estupideces parecidas.  Por supuesto, la culpa la tenía los EEUU.  Pero nadie me podía explicar porqué la pachamama mataba indoneses por culpa de los estadounidenses … claro, los paganos no son conocidos por su destreza en la lógica.

Ahora los volcanes se alborotaron.  Ya no pueden decir que es por la contaminación, dado que la hipótesis de Al Gore está más que muerta, y llevamos 20 años sin calentamiento alguno.  Muchísimos estudios científicos de muchas ramas diferentes (atmosféricos, océanicos, astronómicos, geológicos) concuerdan con que ya no sólo NO se está calentando el planeta continuamente, sino que algunos grados de calor y un ascenso de CO2 son saludables para la tierra.   !!

Ahora la tierra he emitido una cantidad inpensable de CO2, basura, y otros gases tóxicos a la atmósfera, además de la destrucción masiva que estos volcanes hacen.  ¿Correrá Green Peace a demandar a la Tierra?  ¿Correrá el Sierra Club a meter pleito en las cortas por contaminar el planeta?   «No sea absurdo» usted me dice.  Pero un momento.  En el espacio de horas o días, un sólo volcán lanza cantidades incalculables de contaminantes a la atmósfera, y son capaces de cambiar el clima por años después en una área grande alrededor.  Los efectos pueden sentirse casi al otro lado del mundo por las corrientes de aire.  ¿No hay culpable?  ¡Vamos!  ¿No hay culpable?  ¿Hay alguna explicación racional?

Los paganos por fuerza tendrán que aceptar una realidad terrible:   su dios impersonal es a la vez caprichoso, y en cualquier momento eructa y mata sin explicación.  Hay que tratar de apaciguarlo de todas las formas posibles para «cubrir todas las bases».  He ahí vienen los mil sacrificios a la Tierra que las religiones paganas inventan, el más extremo en momentos de extrema crisis siendo el sacrificio humano – precisamente lo que practicaban muchos pueblos que experimentaban la violencia de la naturaleza.

Los absurdos modernos son demasiados en cantidad y demasiados en lo absurdo.  Todas las agendas paganas se promueven como «respuesta» a lo caprichoso del dios Tierra.  Algunos incluyen:  la sobrepoblación amenaza la tierra, hay que abortar.  Los heterosexuales patriarcales oprimen a la humanidad, hay que promover LGBTQXYZMNOPRS.  La homosexualidad traerá paz y armonía a la humanidad.  Un Estado totalitario «ateo» (léase: no guiado por la biblia) es la respuesta a los males de todos los hombres.  Y así continúa.  Creo que el lector consciente podrá ver que cada una de estas propuestas está creando muchísimos catástrofes en las sociedades que las implementan.

Personalmente encuentro una respuesta muchísimo mejor en el relato de Job, donde Dios entrevista a Job.  Job personalmente sufrió terriblemente, y con sus amigos consejeros debate los grandes temas de los catástrofes y el sufrimiento humano.  En la parte final cuando Dios se le presenta, encontramos algo impresionante.  La «respuesta» de Dios a Job comienza con un despliegue de todas las grandezas de la creación, desde las constelaciones, hasta los animales de tierra y mar.  Job es llevado a contemplar dos cosas principales:  el poder de Dios y la sabiduría de Dios.  En este «diálogo» Dios nunca le comunica a Job una respuesta específica sobre su propia experiencia.  Pero sí le pide respuesta ante la evidencia de su poder y su sabiduría.  Ahí Job responde:  «Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.   ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.  Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.  De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.  Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza». (Job 42:2-6 R60)   La respuesta de Job es sumisión humilde y voluntaria ante el Creador poderoso y sabio.

Tanto el pagano como el cristiano tiene que confesar que muchas veces no sabe el «por qué» de los catástrofes.  Pero hay una gran diferencia entre los dos.  El pagano NUNCA podrá saber NADA sobre el asunto, porque su dios no es personal, ni mucho menos racional.  El cristiano sabe que su Dios es personal y sabio.  Tal vez algún día nos da una explicación.  Tal vez no.  Sin embargo, es muy diferente saber que uno está en manos de un Dios Padre personal, sabio y justo.  El apóstol Pablo ya nos había advertido.  Esta creación «gime» a causa del juicio de Dios sobre el pecado.  Todos estamos involucrados y afectados por ese juicio.  Pero hay más, para el creyente en Jesucristo.  La creación fue sujetada «en esperanza» de una consumación un día, cuando Dios hará nueva tierra y nuevos cielos.  No es un cuento.  Es parte de la esperanza con la cual el cristiano enfrenta los catástrofes en este mundo.

El pagano vivirá toda su vida ante un dios impersonal caprichoso y malévolo.  No puedo entender qué atracción esto tiene para las personas.  Dios nos llama a todos a retornar bajo su cuidado paternal mediante Jesucristo su Hijo, el que experimentó el catástrofe cósmico más grande posible en la cruz – el castigo de su Padre por los pecados de nosotros.  ¡Ese ‘catástrofe’ marcó el comienzo de la gloriosa re-creación del universo en poder, sabiduría, justicia y amor!

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Gracia común y maldición común

Por Guillermo Green

En la misericordia de Dios, pude someterme a una operación de cadera, en la cual el médico corta todo el hueso de mi cadera gastada, y la reemplaza con una prótesis de titanio y nylon de alta densidad.  Doce horas después de cirugía estaba caminando con muy poco dolor, y escribo esto 10 días después de la operación.  Estoy casi llevando una vida normal.  Increíble.

Mientras reposaba en el hospital con tan poco dolor y tan excelentes resultados, meditaba en el significado teológico de lo que me acababa de acontecer.  Sabemos por la Biblia que las caderas defectuosas, el dolor, y finalmente la muerte – son el fruto justo de la condenación de Dios sobre nuestro pecado.  Cuando Dios maldijo la tierra, al hombre y a la mujer, Dios «sujetó a vanidad» toda la creación (Romanos 8:20), y en especial, a la raza humana.  El dolor, la enfermedad y la muerte son recordatorios justos de nuestra condición de rebeldes y pecadores.  Juan Calvino suele decir que debemos sobrellevar las penas de esta vida sin reprochar a Dios, sabiendo que merecemos el mismo infierno.  Todo don y beneficio que obtenemos aquí es misericordia sobre misericordia.

Por supuesto que este enfoque de las cosas contradice toda corriente moderna que deifica al hombre.  El hombre moderno, creyéndose dios, o parte de dios, continúa afirmando que «merece» lo mejor.  La realidad es exactamente lo contrario.  Merecemos el infierno.  Si tenemos vida, tan siquiera, es misericordia.

Pero, ¿cómo debemos interpretar una cadera nueva, que alivia mi dolor y me permite obtener un mejor nivel de vida?  ¿Cómo explicar que Dios mismo permita que el hombre hoy combata la misma maldición de Dios?  Porque al pensarlo bien, Dios ha permitido que la medicina moderna eche atrás la maldición que Dios mismo impuso.  ¡Cosa tremenda esto!  En mi lecho hospitalario meditaba en esto, y creo que podemos llegar a por lo menos dos conclusiones.

1)  Ante los avances increíbles de la medicina moderna, los cristianos estamos conscientes que es Dios quien lo está permitiendo.  Pero los hombres incrédulos no le dan la gloria a Dios.  Ante tal magnitud de ingratitud, sólo podemos concluir que estas personas están acumulando aún más condenación ante el Creador.  Dios en su misericordia permite que los hombres impíos minimicen la maldición que merecen.  Pero el impío se gloría en sí mismo, en lugar de reconocer humildemente que es Dios que lo está otorgando.  Lamentablemente, los maravillosos logros en medicina sólo están acumulando mayor condenación para aquellos que los usen sin darle la gloria al Creador.

2) Para los cristianos que aprovechamos los beneficios extraordinarios de la gracia común, debe provocar en nostros un profundo sentido de gratitud y humildad.  Hace tan solo cincuenta años o menos, mi condición habría sido la de quedarme sentado el resto de mi vida en una mecedora, soportando dolores cada día más fuertes.  Dios ha permitido técnicas que no sólo alivian el dolor, sino que permiten una vida renovada de actividad.  Todo esto debe servir para provocar gratitud, humildad, y el propósito de servir a nuestro Dios con renovadas ganas.

En muchas ocasiones las personas expresan maravilla ante la «medicina moderna», y con justa razón.  Cada día escuchamos de avances que asombran.  O experimentamos en carne propia estos beneficios.  Pero el verdadero asombro debe ser reservado para Dios.  Dios está permitiendo que los hombres – pecadores – amortiguen y venzan la maldición común sobre la tierra.  Merecemos castigo y muerte.  Dios permite alivio y vida.  ¡La verdadera maravilla!  Estamos viviendo momentos en que la «gracia común» de Dios triunfa sobre la «maldición común».  No perdamos la oportunidad de aprovechar esto en exhortar a todos a reconocer la gracia de Dios, manifestada de forma suprema en su Hijo, Jesucristo.

Y los que somos beneficiarios de la medicina moderna, que incluye casi todos los que leerán esto, no olvidemos de darle la gloria al verdadero Dador de la medicina: Dios.

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Teología y Eclesiología

por Guillermo Green

¿Tiene relación nuestra posición teológica con nuestro concepto de la iglesia?  Por supuesto que sí, aunque muchos pastores y líderes no le prestan suficiente atención.

Introducción – El término “eclesiología” es una palabra probablemente desconocida por muchos cristianos, y aún muchos líderes. Hoy se enfoca mucho en ciertos temas teológicos, pero la “eclesiología” no es uno de ellos.

La biblia está llena de “eclesiología”.  Uno de los términos más comunes para describir el pueblo de Dios es “congregación” – un término que presupone mucho en cuanto a la identidad, orígen, propósito y futuro de la Iglesia. Jesucristo resume su misión diciendo, “… sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 18:18).  Y el apóstol Pablo coloca la iglesia en el lugar más prominente posible cuando explica lo que Dios hizo en Cristo: “… sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22,23).

En pocas palabras, la “teología bíblica” incluye muchos conceptos acerca de la iglesia.  Esto es “eclesiología”.

Lo que queremos destacar aquí, entonces, es la relación entre la teología y la eclesiología (el concepto de la iglesia).  Porque el uno afecta el otro por necesidad.  Y como estamos experimentando hoy en América Latina una ‘nueva Reforma’ (esta vez por necesidad en el seno de la iglesia ‘evangélica’), creo que es necesario conocer la historia para no repetir sus tristes errores.

Existen varios ejemplos del tiempo de la Reforma protestante del siglo 16 que podríamos destacar.  Por ejemplo, cuando Andreas Carlstadt (1486-1541) comienza a separarse de Lutero en su teología, su concepto de la iglesia caminó con él.  Quitó el concepto de “oficio” en la iglesia (pastores, ancianos) y quería ser llamado sencillamente “hermano Andreas”. Colaboró con el anabautista Melchior Hoffman (ver abajo).  A pesar de ser un erudito, su teología más y más distanciada de Lutero lo llevó también a un concepto más individualista de la iglesia.  En su pastorado corto en  Orlamünde, practicó un concepto completamente congregacionalista y “personalista”, implementando sus propias “reformas” sin consideración de cualquier unidad de las iglesias, ni autoridad eclesial cooperativa.  Se levantó como “profeta” solitario.  El resto de su vida fue considerablemente inestable, aunque fue acogido en Basel al final de su vida, donde murió de la peste en 1541.

Melchior Hoffman (1495-1543) es un ejemplo mucho más radical.  Nunca recibió ninguna preparación teológica, pero se auto-proclamó “predicador” y comenzó en Alemania.  Después de causar disturbios, anduvo predicando en Suecia, Dinamarca, y luego en Estrasburgo.  Tras una profecía fallida que Cristo volvería en el año 1533 directamente a Estrasburgo, la iglesia de esa ciudad le presentó una confesión de fe (Reformada) para que se suscribiera a ella.  Se negó a hacerlo.  Se consideraba por encima de la iglesia, con conocimientos “especiales” de las cosas espirituales.  No sentía ninguna obligación de someter su fe a alguna confesión escrita, ni mucho menos a algún cuerpo eclesiástico.  Su teología era igual que su eclesiología: totalmente personalizadas, centradas en él solamente.  La conclusión lógica de una teología personal es una eclesiología inventada para servir al insujeto.

La historia posterior se deteriora cuando otros recogen las tendencias apocalípticas de Hoffman.  Hombres como Bernhard Rothmann, Jan Mathys y Juan de Leiden revolucionan la ciudad de Münster, rebautizando a miles, estableciendo una teocracia militante, legalizando la poligamia, y persiguiendo a cualquiera que no estuviera de acuerdo con ellos.  Esperaban que la Nueva Jerusalén descendiera sobre Münster.  La ciudad fue sitiada durante un año, terminó en un baño de sangre, y los líderes muertos.  Tan dañino fue considerado el anabautismo por este horrible testimonio, que la mayoría de las ciudades y países lo declararon ilegal.  Los grupos de anabautistas posteriormente bajaron el tono de su discurso anárquico, y algunos adoptaron posiciones de completo pacifismo.  Estos son los antecesores de los actuales menonitas.

El punto de todo esto es la relación entre teología y eclesiología.  Entre más desviada la teología, más desastrosa su eclesiología, o sea, el concepto de iglesia.  Esto mismo lo vemos a lo largo de toda la historia, hasta el presente día.

Ahora bien, lo contrario también es evidente.  Entre más centrada esté la teología en la biblia, más coherente y más bíblica tiende a ser la eclesiología.  A pesar de sus diferencias, tanto los luteranos (Alemania), como los reformados (Suiza, Holanda, Francia), como los presbiterianos (Escocia) – todos – desarrollaron una eclesiología seria que estaba intimamente relacionada con su teología.  La teología de una iglesia le dice qué cree, y la eclesiología de una iglesia indica cómo vivir su fe en el mundo.  Ambos deben nutrirse mutuamente.  La teología debe ser tan vital y bíblica, que la práctica (la eclesiología) refleja lo mismo con acciones efectivas de servicio cristiano.  Una buena teología sin una buena eclesiología contribuye a energías gastadas de formas innecesarias.  El rôl de la eclesiología es guardar la iglesia del abuso humano para que pueda servir al Señor sin atrasos innecesarios, guardando el rebaño dentro del cuidado de nuestro Pastor, Jesucristo, y enfocando la iglesia en su verdadera esencia y tarea.

Aunque sea una tristeza, se puede ver lo efectivo de la “buena” eclesiología en las iglesias luteranas y reformadas liberales.  Aunque perdieron su teología bíblica hace mucho tiempo, la fuerza de su eclesiología sigue permitiéndoles servir unidos a su (nueva) causa (liberal).  Pero esto ilustra la potencia que tiene la eclesiología.  Sirve como factor unificador y un refuerzo para su “misión”.  Es precisamente por la fuerza de su eclesiología que las iglesias liberales luteranas,  reformadas y presbiterianas siguen presentando tan grande amenaza.  Las iglesias herejes sin eclesiología no presentan el mismo peligro.  Su desorden eclesiológico los deja como unos terroristas aislados que pueden hacer daños esporádicos.  Pero las iglesias liberales se presentan como todo un ejército unido con una fuerza mucho mayor para hacer daño.  La historia reciente en América Latina da testimonio de lo difícil que ha sido, y es, de protegerse del liberalismo, por ejemplo, de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA).  Y es precisamente la herencia de sus raíces reformadas la que forma este fundamento.

Es digno de notar que todos los principales reformadores, al romper con Roma, no produjeron cinco puntos de calvinismo, o cinco puntos de luteranismo.  Todos laboraron en reconstruir una teología bíblica completa, incluyendo el concepto bíblico de la iglesia.  Consideraban el concepto de la iglesia como una parte sumamente integral a la teología protestante.  Casi el Cuarto Libro entero de la Institución de Calvino trata de la iglesia.

Precisamente en este punto está la debilidad presente.  Muchas iglesias evangélicas carecen de conceptos claros de eclesiología.  Especialmente las iglesias independientes tienden más en la dirección de Melchior Hoffman que Juan Calvino, siendo su eclesiología “personalista”, es decir, la organización depende de la “persona” del pastor.

Cuando un cristiano se acerca al calvinismo, lo primero que lo impacta es el contenido de su teología.  Esto es normal, porque es casi como ¡un renacimiento!  El peligro sería quedarse ahí.  Y el peligro es real, porque el contexto del cual muchos salen no tenían concepto de eclesiología.  Su eclesiología no era algo pensado, ni estudiado, ni consciente.  De modo que la nueva generación de “calvinistas” ni siquiera están preguntando sobre eclesiología.  Y es posible que en su búsqueda de una teología sana y bíblica, no lean obras completas, sino “temas” doctrinales.  Aunque algunos favoritos, como R.C. Sproul, sí tiene conferencias y libros sobre ecclesiología, no encuentro muchos que se interesan por el tema.  Empero, debemos reconocer que todos los teólogos Reformados de peso siempre han incluído este tema en su teología.  Podemos pensar en Calvino, Charles Hodge, R.B Kuiper (ver su excelente libro, El Cuerpo Glorioso de Cristo), y casi todos los demás.

La Reforma Protestante del siglo 16 no produjo una  respuesta unificada a Roma, aunque debiera haberlo hecho.  Produjo luteranos, reformados, anabautistas, socianos, y anglicanos.  Y la crítica de los Católicos hasta hoy es “el protestantismo produce caos en la iglesia, porque cada uno hace lo que quiere”.  Esta crítica, por ser en alguna medida cierta, no debería haber pasado.  ¿Acaso la Palabra de Dios no es clara, tanto en su teología como en su enseñanza sobre la iglesia?  Si creemos que la biblia es clarísima sobre la justificación por la fe, ¿por qué no creemos que lo sea sobre la iglesia por la cual murió Jesucristo?  Lo que pasa es que muchos (incluyendo al mismo Lutero) permitieron que las opiniones personales prevalecieran por encima de una visión consistentemente bíblica de la iglesia.  Para el crédito de Calvino, él estaba dispuesto a soportar perspectivas que él consideraba “absurdas” (por ejemplo, el concepto del cuerpo ubicuo de Cristo en la Cena, según Lutero) con tal de mantener las iglesias protestantes unidas.  A mi concepto, la eclesiología de Calvino era más bíblica y él era más consistente con su teología / eclesiología de lo que fue Lutero.  La historia del protestantismo pudiera haber sido muy diferente si todos hubieran tenido la misma humildad y compromiso que Calvino.

Desafortunadamente la historia de los “reformados” ha sido demasiado plagado por cismas, divisiones y pleitos internos sobre asuntos, que a la luz de la historia, se ven simplemente como pecaminosos.  En esto los reformados históricos son más culpables, porque tienen acceso a una buena eclesiología.  Hubo momentos en que los fieles creyentes tenían que abandonar iglesias apóstatas.  Pero hubo otros momentos en que se dividieron por capricho, o asuntos de importancia inferior.

La pregunta para nuestro tiempo es: ¿repitiremos los errores del siglo 16 o siglos posteriores, con el caos eclesial que produjo?  Recordemos que los más radicales y desastrosos comenzaron todos unidos a Lutero con algunos conceptos básicos del Evangelio.  Pero su falta de unir buena teología con una buena eclesiología los llevó no sólo al desastre para sus seguidores, sino al mal testimonio ante el mundo. No hay teología reformada sin eclesiología reformada. Los grandes sínodos de Dort y de Westminster reconocieron esto, e incluyeron no sólo artículos sobre la iglesia, sino Órdenes eclesiales, como parte de sus labores.  Si el lider de una congregación ignora la relación entre su teología y su eclesiología, tenga por seguro que el fruto a mediano o largo plazo será el mismo que ya hemos visto en la historia: desintegración, división, desvío y posiblemente peor fruto aún.

Principios centrales

Daremos un brevísimo resumen de los elementos más básicos de una eclesiología bíblica.  El lector haría bien en consultar libros como El cuerpo glorioso de Cristo, por R.B. Kuiper (TELL), y ¿Qué es el presbiterianismo? por Charles Hodge (CLIR).  Considero que sus tratamientos se fundamentan muy bien en la Palabra de Dios.

La unidad de la Iglesia

El primer elemento sobre la Iglesia que se nos presenta de principio a fin es la unidad esencial de la Iglesia bajo Jesucristo.  Hay una sola cabeza, y un sólo cuerpo.  La Iglesia es “familia, rebaño, templo, pueblo, nación santa, real sacerdocio” – una sola, bajo el mando y la protección de nuestro Rey, Jesucristo.

Esta unidad implica igualdad de todo hermano ante el Señor, y el mutuo compromiso los unos con los otros.  Son muchos los pasajes que presuponen la unidad de la iglesia, aún fuera de la congregación local.  De la misma manera que no podemos imaginar a un cristiano solitario sin iglesia, de la misma manera no podemos imaginar una congregación solitaria que no sea parte de otras congregaciones.

Es importante notar que las cartas escritas por los apóstoles se aplicaban a toda la iglesia, aún dónde no habían viajado.  Pablo escribe a la iglesia en Roma antes de haber ido.  Pedro escribe a las congregaciones en Galacia donde laboró Pablo.  Si bien hoy no tenemos a los apóstoles con nosotros, seguimos predicando la misma Palabra de ellos a toda la iglesia.  El señorío de Cristo, ejercido por su Palabra, exige un concepto radical de la unidad de la Iglesia.

«(La Iglesia) es un cuerpo, una familia, un rebaño, un reino.  Es uno porque está saturado por un solo Espíritu.  Somos todos bautizados en un mismo Espíritu para llegar a estar, dice el apóstol, en el cuerpo.  Esta morada del Espíritu, que une así a todos los miembros del cuerpo de Cristo, produce no solo esta unión subjetiva o interior que se manifiesta en la simpatía y el afecto, en la unidad de la fe y el amor, sino también en unión exterior y comunión … Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él.  Todos esto es cierto, no solo de aquellos que frecuentan el mismo lugar de culto, sino del cuerpo universal de los creyentes.  De manera que una iglesia independiente es un solecismo tan grande como un cristiano independiente, o como un dedo independiente del cuerpo humano, o una rama independiente de un árbol” (Hodge, Presbiterianismo, 73)

 El mandato de someternos unos a otros

La esencia del cristianismo exige la mutua sumisión unos a otros.  Cristo ha derramado su Espíritu por igual a la Iglesia entera; no hay algunos que son más “ungidos” que otros (ver 1 Juan 2:20,27).  No hay vicarios de Cristo en la tierra.  No hace falta, ya que Jesucristo está presente mediante su Palabra y su Espíritu.  De modo que los cristianos necesitan ejercer humildad unos para con otros, porque ninguno ha sido nombrado representante de Cristo en la tierra.  ¡El se representa a sí mismo!

El principio de mutua sumisión exige lazos entre las congregaciones, y una relación entre oficiales (pastores y ancianos) más allá de la congregación local.  Si todo cristiano debe someterse a otro, todo anciano o pastor también debe someterse a otro.  Por eso los consejos locales (juntas, o ‘consistorios’) deben someterse a consejos regionales, y los regionales a los nacionales.  Este es el principio de lo que se ha llamado el “presbiterianismo”.  Si la Iglesia terrenal fuera perfecta, un asunto de trascendencia podría llegar en teoría a un sínodo mundial.  De hecho, el Sínodo de Dort tuvo la representación de por lo menos 6 o 7 países para debatir el asunto importantísimo del arminianismo.  En nuestro mundo real, la mayoría estamos limitados por varios factores a los límites nacionales de nuestro país.

La forma de gobierno que se llama “congregacionalismo” establece un gobierno local solamente.  Posiblemente los líderes de tal iglesia buscan comunión con otras iglesias afines a su teología, pero permanecen como cuerpos autónomos.  No hay ninguna “inherencia” externa posible sobre la congregación.  Esta forma de gobierno tiene dos peligros serios.  En primer lugar, un miembro de la iglesia que ha sido ofendido por un anciano o pastor, no tiene recurso alguno.  No hay ningún consejo a quien apelar, no hay quien pueda intermediar con autoridad.  El congregacionalismo provee una sola solución ante un verdadero agravio: abandonar la iglesia.  Esto no es “resolver” nada.  Y no se protege el rebaño del posible abuso del liderazgo.

En segundo lugar, los mismos oficiales de la congregación sólo son responsables unos ante otros. En un conflicto interno insoluble – sea doctrinal o de conducta – no hay ningún otro cuerpo eclesiástico a quién apelar, ni que pueda intervenir.  Estos son los famosos casos en que las iglesias se dividen, unos siguiendo a uno, y otros siguiendo a otro.  El congregacionalismo ha sido fuente de división y cisma de incontables grupos a lo largo de nuestro continente.

Cuando surgió el debate fuerte en Antioquía sobre si los gentiles debían ser circuncidados, no pretendieron resolver el problema localmente.  Imagínese que Pablo se hubiera cerrado, y los judaizantes también, sin llamar una asamblea general de la iglesia (Hechos 15).  Ahí mismo habríamos tenido la primera división de la Iglesia.  Sin embargo, no intentaron resolver este tema tan importante para toda la iglesia, sino que se llamó un “sínodo”, se definió la posición de la iglesia de ahí en adelante, y fue una decisión que se aplicaba para toda la Iglesia.

La sumisión mutua no se aplica sólo entre individuos.  Los pastores y ancianos tienen un deber de someterse a otros pastores y ancianos que Dios ha llamado.  El congregacionalismo levanta un impedimento para esta sumisión mutua.  Tanto el principio de unidad, como de mutua sumisión, impulsa un gobierno eclesial en que las iglesias locales se someten a un cuerpo de iglesias regionales, y las regionales a un cuerpo nacional.

El oficio de “presbítero” o “anciano”

El Nuevo Testamento deja claro que Cristo mismo ha establecido el oficio de anciano (‘presbítero’ en griego) y pastor para gobernar la Iglesia y ejercer su autoridad de la Palabra (1 Timoteo 3:1-7; Efesios 4:11,12).  Es claro en la biblia que la Iglesia toda tiene la responsabilidad de velar que sus ministros sean adecuadamente preparados, y no sólo la congregación local.  Pablo instruye a sus dos discípulos, Timoteo y Tito, sobre la importancia de preparar e instalar ancianos en todas las iglesias.  Se entiende que ellos no hacían esto sólos, sino que debían vigilar que se hiciera con orden. De hecho, Timoteo mismo había sido comisionado por “el presbiterio” (1 Timoteo 4:14).  Interesantemente, ni Pablo, aunque fue apóstol, asignó a Timoteo, sino que fue el conjunto de presbíteros que tuvieron que dar su visto bueno.  Sabemos por la historia, que los “presbiterios” eran el conjunto de ancianos en una región que ministraban en varias congregaciones locales.

Dios sabe lo mejor para su rebaño.  Sabe que el favoritismo, el nepotismo y las relaciones amistosas son tentaciones grandes dentro de las congregaciones locales.  Se minimizan estas tentaciones cuando las congregaciones y los oficiales son responsables mutuamente ante otros.

Conclusión

Dice Charles Hodge que es posible forzar una planta para que crezca contra su naturaleza, pero tanto su crecimiento como su fruto serán truncados.  De igual manera es posible tratar de forzar una congregación a servir a Dios de una manera contraria a su naturaleza, y aún contraria a las implicaciones de su propia teología.  Puede haber buena teología con una eclesiología débil.  Pero habría más y mejor fruto si se le diera todo el apoyo que su naturaleza interna pide.

La teología Reformada contiene en sí el pleno reconocimiento de la naturaleza de la Iglesia según las enseñanzas bíblicas.  Apunta hacia lo que en la historia se ha llamado el “presbiterianismo”, que reconoce el sacerdocio de todo creyente y la importancia de la iglesia local por un lado, y por otro lado la unidad de la iglesia y la importancia de la mutua sumisión a nivel más ámplio de la iglesia local.  El “presbiterio” y la “Asamblea General” aseguran que los principios de unidad y sumisión mutua tengan su pleno ejercicio, que tanto los miembros como los oficiales sean protegidos, y que la Iglesia del Señor sea encaminada de forma sana y bíblica.

Teología y Eclesiología.  Van de la mano.

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Educación sexual en Costa Rica

Por Guillermo Green

Según la Nación esta semana (12/2/2017), la educación sexual del MEP es un «fracaso en las aulas».  ¡Cosa interesante esta admisión de fracaso de parte de la burocracia más grande y mejor financiada del país!  ¿La casta de los sacerdotes reverenciados están fracasando?  Verdaderamente llama la atención, y leímos con mucho interés las propuestas para dar reversa a tan lamentable situación.

¿La propuesta?  Ni más ni menos que «mas de los mismo» – excepto a más temprana edad.  Sí, el ‘fracaso’ se resuelve tomando control de las mentes más tiernas a edades más tiernas.  En lugar de dar educación sexual en colegio, proponen empezar en la escuela.  Eso va a resolver el dilema.

Pero, ¿cuáles son las muestras del tal ‘fracaso’?  Las dos grandes pruebas del fracaso del programa son:  1)  «El 75% de los jóvenes entrevistados creían que el coitos interruptus era efectivo para prevenir el embarazo».  Pero, pero, un momento.  Al interrumpir el acto sexual antes de la fecundación siempre es efectivo – a menos que el MEP esté promocionando la idea de que existe nacimientos viriginales.  Cosa que lo dudo. «¡Ah!» ud. dice.  La frase está mal redactada.  Quieren decir que los chicos realmente no interrumpen el acto de coito, y por eso no es efectivo.  ¿Entonces, cuál es el punto?  ¿Deben o no deben tener relaciones?  Todo el programa parece proponer tener relaciones – pero sin embarazos.  Y es que estos evolucionistas inconsistentes nunca logran ver la luz.  Enseñan que el mono no usa condones, la mona pare hijos, y ¿cuál es el problema?  Cuando el homo erectus evolucionó en homo sapiens, ¿por qué cambian las reglas?  Es más, los evolucionistas ateos dan golpes vanos contra la misma naturaleza.  Las niñas ahora son fértiles más jóvenes que antes.  ¡La Naturaleza misma está pidiendo hijos!  ¿Quiénes son estos arrogantes para pelear contra la ley de la Evolución, que hoy dota a los jóvenes con tanta virilidad?

El lector perdonará el sarcasmo, pero el fracaso filosófico moderno es intolerable y ninguna persona inteligente debe hacerle caso a estos ciegos guías de los ciegos.  Los arrogantes «arquitectos» de la sociedad no tienen ningún fundamento para poder definir el propósito del sexo, la función correcta de la sexualidad, el propósito de la familia, el propósito de la niñez y la adolescencia, ni siquiera la identidad del ser humano.  Los disparates contínuos que salen del MEP y de la UCR sobre la sexualidad, la familia, el feminismo y el machismo, la «diversidad», etc. deben ser suficiente prueba para que todos sean despedidos sin goce de sueldo por incompetentes.

Sigamos con la segunda «prueba» del fracaso del currículum sexual del MEP:  «… el 67% no sabía cómo evitar enfermedades de transmisión sexual».  ¿Y los sabios del MEP sí lo saben?  ¡Todo el poderío de los países del mundo, organizados en la ONU, promoviendo el «sexo seguro» a través de su brazo pervertido porno-aborto-homosexualista (UNESCO) no lo han logrado.  ¡Y esperan que guilas de colegio sepan resolver lo que nadie ha logrado hacer!  Bueno, hay UNO que sí nos dijo el secreto seguro contra todas las enfermedades venéras, pero al MEP realmente no tiene interés en la salud de los jóvenes: ni salud mental ni física.  Dios dijo «No cometerás adulterio;  no fornicarás».  Solución perfecta y 100% efectiva.

Es hora de desenmascarar este enfermizo impulso hacia el sexo inseguro.  Según las tablas del mismo artículo, uno de los «logros» entre 2010 y 2015 es que ha bajado la edad de tener relaciones sexuales.  Los educadores conscientes del MEP lamentan que algunos padres se opongan a su agenda de aceptación de la agenda homosexual («diversidad»), y otros aspectos del currículum, pero no les importa para nada lo que estos padres «retrógrados» piensen.  El tono del artículo manifiesta claramente que el MEP (el Estado) considera que los niños son propiedad del Estado, del MEP, y que todos deben someterse a lo que ellos consideran lo más correcto.

¡Guías suicidas de sus hijos!  Padres, por favor despiértense.  Si amas a su hijo, si quiere lo mejor para él, si quiere que crezca de manera sana mental y físicamente, opóngase al MEP con todas sus fuerzas, y hágale caso al Creador de su hijo – Dios.

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Interpretaciones modernistas: Los 500 años de la Reforma y Martín Lutero (Introducción y Parte I)

 

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Análisis y respuesta al libro de Martin Hoffmann: La Locura de la Cruz, la Teología de Martín Lutero, 2014, DEI, San José, Costa Rica

San José, Costa Rica

Guillermo Green, M.Div; Th.M

 

La Reforma Protestante del siglo 16 será para siempre un hito en el desarrollo de la civilización occidental. Se ha estudiado y analizado desde todas las perspectivas posibles: religiosas, políticas, económicas, sociales, culturales, lingüísticas, los personajes – para mencionar algunas.

Con su libro sobre Martín Lutero, Hoffman agrega su aporte sobre el reformador más conocido, ofreciendo textos originales en español (algunos por primera vez en nuestro castellano), y un análisis y aplicación de los pensamientos de Lutero para Latinoamérica hoy. Comentando sobre su meta en el libro, Hoffmann afirma, “… las Iglesias luteranas de Latinoamérica no pueden prescindir de una imagen clara de la teología de Lutero en la búsqueda de su propia identidad en medio de la diversidad religiosa del continente” [15]. Hoffmann desea evitar el reduccionismo en su acercamiento a Lutero, y expresa su intención de “… guiar en la profundización del conocimiento de la teología de Lutero concentrándonos en diez temas principales…” [15].

Hoffmann considera que su estudio no solo es importante sino urgente, debido a que todas las teologías históricas provenientes de la Reforma están enfrentando la “crisis de la modernidad”, la cual está “a punto de destruir sus propios fundamentos con una racionalidad que se ha vuelto instrumental” [15].

Se le ofrece al lector tres posibles perspectivas para analizar a Lutero. Primero, Lutero puede ser entendido como el punto de partida de la Modernidad, y si es así, habría que criticarlo duramente como participante en haber causado nuestra crisis. O segundo, fue un teólogo sumido todavía en la Edad Media, crítico de todo lo que ofrece la Modernidad. En este caso, no tendría mucha relevancia. Una tercera opción, según Hoffmann, es que Lutero se ubica transversalmente entre la Edad Media y la Modernidad, y su teología puede ser entendida como una “crítica anticipada a la Modernidad” [16; Hoffmann cita Ulrich Kortner, Reformatorische Theologie im 21, p. 79-90].

El autor expresa particular aprecio por la interpretación que Hans Joachim Iwand hace de Lutero, llamándolo posiblemente el “más genial intérprete de Lutero en la Alemania del siglo XX” [16]. Desafortunadamente no he podido consultar esta fuente que Hoffmann cita con frecuencia en su libro. Hoffmann incluye a Walter Altmann como “inspiración” para su análisis de Lutero, especialmente en cuanto a la relación con el contexto de Latinoamérica.

La perspectiva central de Lutero, según Hoffmann, es el Cristo Crucificado. Esta es la perspectiva que “se revela cada vez más como central para Lutero, tanto en su experiencia personal como en sus estudios bíblicos” [17]. Según el autor, Lutero puso “de relieve la cruz como perspectiva directriz de cualquier teología” [17, énfasis del autor]. Así que, debemos entender que la óptica principal para comprender a Lutero, según Hoffmann, será lo que él llama “la perspectiva de la cruz”. Incluso, Hoffman afirma que esta perspectiva de la cruz nos permite profundizarnos más allá de la doctrina luterana de la justificación por la fe [18]. Nos permite comprender la verdadera esencia del pensamiento de Lutero. Esta “perspectiva de la cruz” será el marco que Hoffmann utiliza para analizar diferentes puntos doctrinales de Lutero.

El formato del libro es directo y claro. Hoffmann ofrece textos originales de Lutero, y luego presenta un análisis e interpretación. También incluye preguntas de reflexión para estudiantes, dando evidencia que el libro fue preparado en parte como texto. Podemos agradecer a Hoffmann y a los publicadores estos esfuerzos por plasmar en español algunos escritos de Lutero anteriormente desconocidos.

Lamentablemente ha habido algunas reseñas del libro un tanto superficiales. Supongo que los que leyeron el libro superficialmente leerá esta reseña de la misma manera. Pero para el lector consciente quien desea un buen análisis del texto, mi recomendación es una lectura concienzuda tanto de La Locura de la Cruz por Martin Hoffmann, como de esta humilde reseña.

Parte 1: Observaciones iniciales

Parece claro que Hoffmann escribe para su propio círculo de pensadores, porque son varios los conceptos que da por sentado, o no define bien. Daremos algunos ejemplos.

El término ‘capitalismo’

Desde el primer capítulo, Hoffman menciona el “capitalismo” y “libre mercado” siempre con una connotación negativa:

“Los ídolos del libre mercado…” [15].

“Lutero exige de los predicadores una crítica profética de la economía capitalista temprana, que pretende ser absoluta” [231]

“Aunque esas prácticas todavía no corresponden al capitalismo moderno, ya se pueden observar los principios centrales de este sistema: el afán de lucro, ver a los otros sujetos del mercado únicamente como competencia, ver al cliente como consumidor y como objeto de la oferta, y la tendencia a la formación de monopolios. Para Lutero, los motivos detrás de este accionar son la codicia y la avaricia” [233]

“Pasa de ser un problema ético a un problema dogmático. Lutero se opone a las presiones sistémicas del capitalismo sometiéndolo a la crítica del mandamiento divino” [234].

“… Esto significa ni más ni menos que (Lutero) considera a la congregación como sujeto social anticapitalista e independiente, que se opone a las presiones del sistema” [236].

Aunque nunca lo define, parece que el problema con el capitalismo para Hoffmann es que expresa la victoria de los ricos sobre los pobres en la lucha por el poder y la riqueza:

“Con la creación de los bancos al comienzo del capitalismo mercantilista, la lucha medieval por el predominio del poder papal sobre el imperial adquiere una nueva dimensión. El Papa, los obispos, el Emperador, los príncipes, los nobles y la recién surgida clase de los comerciantes y banqueros se disputan el dominio de distintos aspectos de la vida, las cuestiones sociales, económicas, políticas y eclesiástico-religiosas, y lo hacen siempre en desmedro de la clase social baja, política, económica y religiosamente dependiente” [24].

El lector del libro tiene que juntar las piezas que Hoffmann no dice claramente, y esta es la tendencia predominante en todo el libro. Parece que Hoffmann presupone que sus lectores ya están de acuerdo con él y lo comprenden bien. Pero con respecto al tema mencionado, surge un par de preguntas: Muchas estadísticas muestran que el debilitamiento de Estados totalitarios en favor del libre comercio ha disminuido significativamente la pobreza mundial. ¿Por qué Hoffmann ni siquiera ofrece un reconocimiento de estos datos? Y si todo tipo de capitalismo es malo, y si la lucha por el poder se manifiesta en el capitalismo, ¿cuál es la alternativa? Esta respuesta es parte de todo el punto del libro, y no encontramos una respuesta clara y sucinta más allá de condenar el cobro de intereses, y promover una banca comunitaria que regala dinero a los necesitados, y organizar la iglesia en algún tipo de comuna.

“Por último, Lutero desarrolla la idea de que la congregación cristiana en sí misma está destinada a existir como sujeto económico independiente. Para él, la congregación es aquella parte de la sociedad en la que se presta evangélica y gratuitamente y en la que se comercia con dinero o mercancías. Esto significa ni más ni menos que considera a la congregación como sujeto social anticapitalista e independiente, que se opone a las presiones del sistema” [236]

A pesar de que Hoffmann afirma contundentemente que Lutero desarrolló estas ideas, tendrá que admitir que han sido muy pocos los luteranos que han formado comunas socialistas “independientes” en la sociedad. Surge la inquietud: ¿estaremos frente a una labor de eiségesis de parte de Hoffmann en cuanto a Lutero? Regresaremos luego a algunos de estos puntos.

El término ‘instrumental’, ‘instrumentalización’

El uso de este concepto reluce una vez más que Hoffmann escribe para un círculo que tiene un enfoque propio. Uno de los encabezados dice:

“El sistema de indulgencias y la instrumentalización del sacramento de la penitencia” [30]

Otra vez,

“El grado de instrumentalización de este sacramento de la penitencia en manos de la Iglesia se ve también en su conexión con intereses económicos” [32].

Según Hoffmann, la Edad Moderna instrumentaliza la razón:

“Aquí podrá hallarse una de las raíces del desarrollo de una razón instrumental en la Edad Moderna, que somete al mundo y a la naturaleza” [46; no podemos evitar la pregunta de que si el hombre no usa su raciocinio como ‘instrumento’, ¿para qué lo debe usar?].

La teología de Lutero ha sido instrumentalizada [20].

Y ¡el mismo Dios es instrumentalizado!

“… En ambos casos, Dios es utilizado e instrumentalizado según los deseos y las intenciones humanas” [47].

Etimológicamente un “instrumento” es alguna herramienta con sentido neutral. Un martillo puede ser usado para construir una casa o quebrar la cabeza de una persona. Pero Hoffmann utiliza “instrumental” o “instrumentalizar” con un sentido diferente. Se coloca claramente dentro de una perspectiva de dialéctica histórica de lucha de poder de clases o grupos, en que las diferentes partes utilizan “herramientas” (sociales, económicas o religiosas) para oprimir a otros. Hoffmann constantemente se refiere a “sistemas”, porque su enfoque se acerca mucho al marxismo en que las diferentes clases crean sus propios “sistemas” para protegerse y defenderse. El problema con este acercamiento es doble: 1) Aunque Hoffmann habla del “pecado” como universal, los “instrumentos” de opresión parecen ser utilizados solo por los ricos y poderosos. ¿Las personas pobres no pecan? ¿Ellos nunca crean ningún tipo de ‘sistema’ opresiva? 2) Presentar lo “instrumental” de la manera que lo hace puede llevar a serias debilidades en la comprensión de Lutero. Y de hecho, esto es lo que sucede con la penitencia.

Hoffmann interpreta la oposición de Lutero a la penitencia dentro del esquema de lucha social – “instrumentalización del sacramento” (léase “usar el sacramento como garrote”). Considera que al rechazar la interpretación Católica de la penitencia, Lutero modela la victoria sobre un “instrumento” religioso usado para oprimir las masas. Sin negar los abusos de Roma (que hasta los Católicos lo admiten), nosotros percibimos que Hoffmann pierde la capacidad de reconocer plenamente el concepto de “penitencia” como lo enseña Lutero. Hoffmann interpreta la lucha de Lutero en términos horizontales: Lutero le quita a Roma el instrumento opresivo del sacramento de la penitencia, y lo pone en manos del pueblo. Pero se puede demostrar que esta interpretación no concuerda con la realidad del caso.

Brevemente, en los mismos documentos que Hoffmann transcribe, Lutero coloca el asunto de la penitencia y la fe en el contexto de términos verticales de la ira de Dios, la justicia de Dios, y la reconciliación con Dios. Algunas citas de los documentos que Hoffmann ofrece de los escritos de Lutero afirman:

“Y la ley obra la ira de Dios, mata, maldice, acusa, juzga y condena todo lo que no está en Cristo” [39; Disputación de Heidelberg, #23]

“Creo que Jesucristo … me ha redimido del pecado, del diablo, de la muerte y de toda desdicha. Porque antes yo no tenía ni señor, ni rey alguno, sino que estaba sujeto a la potestad del diablo, condenado a morir, retenido en los lazos del pecado y de la ceguedad… (estábamos) bajo la ira de Dios, privados de su gracia, condenados a la perdición eterna … hasta que el Hijo único de Dios se compadeció de nuestra calamidad y miseria … y descendió de los cielos para socorrernos” [42; del Catecismo Mayor Artículo segundo]

Lutero no ignora que el pecado arroja al hombre en “toda desdicha” (desórdenes de vida en el mundo). Pero la raíz del problema es que estamos bajo la condenación de Dios a causa del pecado, no la opresión de Roma. Lutero se opone al sacramento de la penitencia no primeramente porque era un “instrumento” de opresión por Roma, sino porque llevaba a los hombres ante hombres y no ante Dios para el perdón. Hoffmann infla un aspecto realmente secundario (el que Roma manejaba la penitencia) y pierde por completo la esencia del punto que Lutero hace.

Al adoptar una interpretación dialéctica de la historia, Hoffmann pierde vista de un elemento muy importante en la teología de Lutero. Regresaremos a estos puntos más adelante. El punto aquí es que el autor presupone una cierta lectura de la historia sin definir claramente sus términos. En este caso Hoffmann toma un término neutral, “instrumento”, y le da un sentido de lucha de clases. Nos hubiera gustado más transparencia desde el comienzo de la obra en cuanto a los términos y conceptos claves.

La ‘perspectiva de la cruz’

      Posiblemente la frase más problemática de todo el libro es también la que Hoffmann considera el centro de su tesis: “La perspectiva de la cruz”. Ya mencionamos arriba que el autor considera que más allá de los elementos específicos de la teología de Lutero, como por ejemplo la justificación por la fe, la “perspectiva de la cruz” explica la mística verdadera del pensamiento del reformador.

El problema es, ¿en qué consiste esta ‘perspectiva de la cruz’? Tememos que Hoffmann esté imponiendo sobre Lutero de manera ecléctica varias interpretaciones teológicas. Él menciona Iwand, Altmann, Schaull, H.M. Barth, y Moltmann entre otros. Y sería difícil armonizar la teología de Moltmann (por ejemplo) con la de Lutero de cualquier manera razonable. Pero trataremos de hacer el trabajo que Hoffmann no hace, el de dar algunas definiciones claras. Tendremos que juntar una que otra declaración para ver si encontramos claridad.

En primer lugar, “la perspectiva de la cruz” según Hoffmann no tiene nada que ver con “conservar sus fórmulas, (un peligro siempre presente en el luteranismo)” [17; paréntesis del autor]. Hoffmann aquí y en muchos lugares se distancia de toda posición confesional, la que él llama “rígida” [21]. El problema es que Hoffmann no nos dice cuáles Artículos de las Fórmulas luteranas no quiere conservar. ¿Ninguno? No puede ser así, porque en todo el libro Hoffmann cita los documentos doctrinales de Lutero (catecismos, confesiones, etc). Nos encontramos en su libro una forma ‘tendenciosa’ generalizada de presentar su material. Pero si el libro pretende ser un recurso académico, se esperaría una presentación más clara de su argumento. Cualquier lector adulto tiene derecho de saber de Hoffmann cuáles fórmulas no considera que deben ser conservadas, y cuáles artículos de fe son demasiado rígidos. La seriedad académica y la honestidad no tratan cosas serias de manera vaga y tendenciosa.

En segundo lugar, Hoffmann usa “la perspectiva de la cruz” de una manera extraña para cualquiera que haya leído la teología y los sermones de Martín Lutero. Leemos “Cuando Lutero publicó y fundamentó científicamente por primera vez su crítica al sistema de indulgencias … puso de relieve la cruz como perspectiva directriz de cualquier teología” [17; énfasis del autor]. Y a pesar de que Hoffmann luche varonilmente por crear una “perspectiva”, lo único que demuestran las citas que ofrece es que Lutero habla de la “cruz” como sinécdoque (esto ha sido la costumbre desde los apóstoles. Sinécdoque es representar el todo por una parte). “La cruz” durante toda la historia del cristianismo puede representar toda la persona y obra de Cristo, o partes de ello. En vano Hoffmann intenta convertir las frases de Lutero “teología de gloria” y “teología de cruz” en una perspectiva de luchas opuestas de grupos sociales.

Mientras Lutero contrasta obras humanas y amor al mundo (teología de gloria) con justificación por la fe y servicio a Cristo (teología de la cruz), Hoffmann lo interpreta como la identificación de ‘Cristo’ con los que sufren: “Con cruz y pasión Lutero se refiere en primer lugar a la pasión y a la cruz de Cristo, pero al mismo tiempo piensa en la cruz de los cristianos. Para él, la cruz de Cristo y la cruz de los cristianos están estrechamente relacionadas” [49; énfasis mío]. También “Es por esto que no puede existir un conocimiento directo de Dios” [48]. Otra vez, de manera tendenciosa, Hoffmann dirige al lector hacia la idea de que Cristo no se revela “directamente” al que tiene fe en él, sino “en” los que sufren (“indirectamente” en su lenguaje). Pero no ha demostrado que Lutero dice esto. Hay una fuerte sospecha de que Hoffmann está forzando un uso de sentido común del término “cruz” en una dirección más conforme a Moltmann que a Lutero. Los cristianos saben que una vez que Cristo los salva son puestos contrarios al “mundo”, lo cual podrá acarrear persecución e incluye sufrimiento. Pero Hoffmann muestra mucho atrevimiento en sus declaraciones, tomando en cuenta lo celoso que era Lutero para resguardar el carácter soberano, único y divino de la obra de Cristo. Mezclar “cruz y pasión de Cristo” con los sufrimientos de los cristianos como perspectiva vital de Lutero (título del capítulo) necesita una prueba mucho más clara de lo que Hoffmann ofrece.

En tercer lugar, la “perspectiva de la cruz” extrañamente se desaparece del argumento del libro después de los primeros capítulos. En los capítulos sobre la ética religiosa, política y económica, Hoffmann sencillamente ofrece citas de Lutero con su interpretación y aplicación directamente al contexto moderno. Ya no encontramos análisis desde la “perspectiva de la cruz”. Esto es notable, ya que Hoffmann mismo afirma que es precisamente esta perspectiva (“de la cruz”) que es el substrato, el fondo esencial, de toda la teología de Lutero:

“La Teología de la Cruz no marca un período específico de la teología de Lutero, como muchas veces se ha sostenido, sino que representa el fundamento mismo de toda su teología y caracteriza todo su pensamiento teológico. Esta teología es un principio epistemológico teológico especial que tiene su correspondencia en la Teología de la Cruz del Apóstol Pablo” [44].

A pesar de estas afirmaciones, no hay ningún análisis “desde la perspectiva de la Cruz” en el capítulo VIII (por cierto, uno de los capítulos mas informativos y útiles para entender los conceptos políticos de Lutero, que Hoffmann mismo admite no forman un sistema coherente [214]). Pareciera que cuando Hoffman se dedica a explicar a Lutero en términos ‘normales’ sin imponer categorías ajenas, provee análisis puntual y útil.

En el capítulo IX sobre la ética económica de Lutero, no solo no encontramos un análisis “desde la perspectiva de la Cruz”, sino Hoffmann introduce otro “sistema conceptual” – Mammón. “Vale decir, que el Mammón que actúa en la usura se califica como sistema conceptual” [234; énfasis mío]. “El capitalismo … somete a todos a la presión de su sistema” [235; énfasis mío]. Realmente este “sistema conceptual” juega un papel igual o más fuerte para Hoffmann que la misma “perspectiva de la Cruz”, y debe haber sido incluido en la Introducción como marco interpretativo.

En resumen, encontramos muchas categorías y declaraciones en el análisis de Hoffmann que son ofrecidas sin suficiente definición, especialmente dado lo problemático que son. El “sabor” que da el libro es que Hoffmann escribe para un grupo reducido de personas que ya manejan sus mismas categorías y perspectivas. Esto le resta profundidad a su análisis, porque Hoffmann contradice no solo las “fórmulas” de Lutero, sino unos cuatrocientos años de interpretación luterana. Si se busca corregir estas cosas, esperaríamos un mejor tratamiento.

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Liberales modernistas y tácticas caducas

por Guillermo Green

Mi educación teológica en parte tomó lugar en medio de liberales teológicos, o modernistas.  Hoy aquella denominación no exige que se crea en un Adán histórico, ni en un diluvio histórico, ni una caída literal en el pecado, ni en la inerrrancia de las Escrituras.  Inclusive algunos cuestionan la existencia del infierno, y la misma naturaleza de la muerte expiatoria de Jesucristo.  Pero no siempre fue así.  Cuando yo era un estudiante joven no había llegado a estas posiciones todavía.  El camino al modernismo abierto fue medio-paulatino.  Pero los que lo impulsaban usaron las mismísimas tácticas que se siguen usando en todo el mundo y en toda época.

«La falacia de los ignorantes» – Los modernistas liberales casi siempre intentan etiquetar a los que creen la Biblia como «ignorantes» o «superficiales».  Recuerdo que una de las tácticas usadas en mi vieja denominación en favor de ordenar mujeres era realizar una «encuesta» que probó que los que se oponían a la ordenación de mujeres eran los que tenían menos educación universitaria y los que eran viejos.  ¿Su punto?  Sólo los seniles y analfabetos no lo aceptan.  Y nada cambia.  Constantemente escucho de «argumentos» de personas liberales que no son argumentos en ningún sentido de la palabra.  El liberal se limita a decir «esa es una posición superficial», como si con sólo pronunciarla «superficial» se convierte en realidad.  Por lo general, cuando se logra abrir un diálogo real con una persona liberal, sus argumentos sí son superficiales, dogmáticos sin sustancia ni fundamento, y mucho menos apoyados por ningún teológo serio.

«Los Reformadores también se equivocaron» – Este argumento es utilizado de forma «tendenciosa», que es una de las tácticas favoritas de los liberales.  Por lo general se introduce esta frase de que «los Reformadores se equivocaron» sin más explicación.  El modernista rehuye a las definiciones claras, porque es un parásito que depende del resto de la iglesia, y no puede revelarse claramente por lo que es.  Pero a menudo «se le sale» la verdad de lo que piensa, y por supuesto está en desacuerdo con mucho de lo que enseñaron los Reformadores.  El problema con muchos de los líderes hoy en día es que permite que el liberal diga estas cosas y no los detiene para pedir claridad en cuanto a su posición.  Ningún teólogo ni académico debería tener la libertad de hacer declaraciones generalizadas sin definirse.  Esto no se conforma a la ética académica ni la honestidad cristiana.  Por supuesto los Reformadores se equivocaron.  Nadie nunca ha dicho que fueron infalibles.  Pero si alguien introduce el tema de sus errores, la honestidad y la integridad demandan que se explique.  Querido hermano, si te preocupa la integridad y la verdad, no siga permitiendo que se digan generalidades críticas o negativas sin que se defina.

«Son fundamentalistas» – El liberal se pone paranoico cuando tan sólo piensa en los que realmente honran a Cristo y su Palabra.  Creo que si pudiéramos monitorear su pulso y presión de sangre cuando piensa en ellos, un doctor le recetaría medicamentos para la calma.  El liberal mira a las personas confesionales casi como terroristas de ISIS.  De nuevo, muchos cristianos permiten que los liberales lancen epítetos como «¡fundamentalista!» y «¡dogmático!»  sin pedir explicaciones.  En primer lugar, si el liberal no tiene ningún ‘fundamento’, es un relativista que debe guardarse sus opiniones.  En segundo lugar, todo cristiano debe ser un «fundamentalista», porque Pablo dice que la Iglesia está edificada sobre UN FUNDAMENTO – el testimonio de los apóstoles y de Jesucristo (Efesios 2:20).  Si el liberal no quiere ser fundamentalista, no es cristiano.  O quiere decir otra cosa con el término.  Y esa «otra cosa» es que el liberal nunca explica, porque en realidad él es enemigo de la fe que descansa sobre el fundamento del testimonio bíblico.

«Soy profesional» – a veces el teológo liberal no lo dice en tantos términos, pero en muchas ocasiones intenta impresionar citando frasesitas en latín o griego, o intentando demostrar su «superioridad» intelectual o académico para que nadie le cuestione.  El error de muchos hermanos es dejarse impresionar.  El que conoce bien a su biblia está más que preparado para refutar toda altivez.  Conozco una mujer que nunca terminó la universidad, pero leía su biblia de tapa a tapa cada año durante décadas de su vida.  También leía libros de teología.  Cuando encontraba que algún profesor escribía cosas falsas de la biblia o de autores teológicos, ella los confrontaba con la verdad.  No podían refutarla porque esa viejita conocía la espada del Espíritu mucho mejor que ellos.  Y se había preocupado por informarse sobre los temas candentes.

[Suspiro grande]  Nada cambia.  La poca creatividad de los liberales ya debe ser bien conocida en toda la iglesia.  Pero cuando las ovejas se distraen y se duermen, los lobos se aprovechan.  ¡Despertémonos!  Querido hermano que ama al Señor y a su Iglesia, reconozca al liberal, confróntelo con su incredulidad, y no permita que influya en la congregación de los santos.

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