Análisis y respuesta al libro de Martin Hoffmann: La Locura de la Cruz, la Teología de Martín Lutero, 2014, DEI, San José, Costa Rica
San José, Costa Rica
Guillermo Green, M.Div; Th.M
La Reforma Protestante del siglo 16 será para siempre un hito en el desarrollo de la civilización occidental. Se ha estudiado y analizado desde todas las perspectivas posibles: religiosas, políticas, económicas, sociales, culturales, lingüísticas, los personajes – para mencionar algunas.
Con su libro sobre Martín Lutero, Hoffman agrega su aporte sobre el reformador más conocido, ofreciendo textos originales en español (algunos por primera vez en nuestro castellano), y un análisis y aplicación de los pensamientos de Lutero para Latinoamérica hoy. Comentando sobre su meta en el libro, Hoffmann afirma, “… las Iglesias luteranas de Latinoamérica no pueden prescindir de una imagen clara de la teología de Lutero en la búsqueda de su propia identidad en medio de la diversidad religiosa del continente” [15]. Hoffmann desea evitar el reduccionismo en su acercamiento a Lutero, y expresa su intención de “… guiar en la profundización del conocimiento de la teología de Lutero concentrándonos en diez temas principales…” [15].
Hoffmann considera que su estudio no solo es importante sino urgente, debido a que todas las teologías históricas provenientes de la Reforma están enfrentando la “crisis de la modernidad”, la cual está “a punto de destruir sus propios fundamentos con una racionalidad que se ha vuelto instrumental” [15].
Se le ofrece al lector tres posibles perspectivas para analizar a Lutero. Primero, Lutero puede ser entendido como el punto de partida de la Modernidad, y si es así, habría que criticarlo duramente como participante en haber causado nuestra crisis. O segundo, fue un teólogo sumido todavía en la Edad Media, crítico de todo lo que ofrece la Modernidad. En este caso, no tendría mucha relevancia. Una tercera opción, según Hoffmann, es que Lutero se ubica transversalmente entre la Edad Media y la Modernidad, y su teología puede ser entendida como una “crítica anticipada a la Modernidad” [16; Hoffmann cita Ulrich Kortner, Reformatorische Theologie im 21, p. 79-90].
El autor expresa particular aprecio por la interpretación que Hans Joachim Iwand hace de Lutero, llamándolo posiblemente el “más genial intérprete de Lutero en la Alemania del siglo XX” [16]. Desafortunadamente no he podido consultar esta fuente que Hoffmann cita con frecuencia en su libro. Hoffmann incluye a Walter Altmann como “inspiración” para su análisis de Lutero, especialmente en cuanto a la relación con el contexto de Latinoamérica.
La perspectiva central de Lutero, según Hoffmann, es el Cristo Crucificado. Esta es la perspectiva que “se revela cada vez más como central para Lutero, tanto en su experiencia personal como en sus estudios bíblicos” [17]. Según el autor, Lutero puso “de relieve la cruz como perspectiva directriz de cualquier teología” [17, énfasis del autor]. Así que, debemos entender que la óptica principal para comprender a Lutero, según Hoffmann, será lo que él llama “la perspectiva de la cruz”. Incluso, Hoffman afirma que esta perspectiva de la cruz nos permite profundizarnos más allá de la doctrina luterana de la justificación por la fe [18]. Nos permite comprender la verdadera esencia del pensamiento de Lutero. Esta “perspectiva de la cruz” será el marco que Hoffmann utiliza para analizar diferentes puntos doctrinales de Lutero.
El formato del libro es directo y claro. Hoffmann ofrece textos originales de Lutero, y luego presenta un análisis e interpretación. También incluye preguntas de reflexión para estudiantes, dando evidencia que el libro fue preparado en parte como texto. Podemos agradecer a Hoffmann y a los publicadores estos esfuerzos por plasmar en español algunos escritos de Lutero anteriormente desconocidos.
Lamentablemente ha habido algunas reseñas del libro un tanto superficiales. Supongo que los que leyeron el libro superficialmente leerá esta reseña de la misma manera. Pero para el lector consciente quien desea un buen análisis del texto, mi recomendación es una lectura concienzuda tanto de La Locura de la Cruz por Martin Hoffmann, como de esta humilde reseña.
Parte 1: Observaciones iniciales
Parece claro que Hoffmann escribe para su propio círculo de pensadores, porque son varios los conceptos que da por sentado, o no define bien. Daremos algunos ejemplos.
El término ‘capitalismo’
Desde el primer capítulo, Hoffman menciona el “capitalismo” y “libre mercado” siempre con una connotación negativa:
“Los ídolos del libre mercado…” [15].
“Lutero exige de los predicadores una crítica profética de la economía capitalista temprana, que pretende ser absoluta” [231]
“Aunque esas prácticas todavía no corresponden al capitalismo moderno, ya se pueden observar los principios centrales de este sistema: el afán de lucro, ver a los otros sujetos del mercado únicamente como competencia, ver al cliente como consumidor y como objeto de la oferta, y la tendencia a la formación de monopolios. Para Lutero, los motivos detrás de este accionar son la codicia y la avaricia” [233]
“Pasa de ser un problema ético a un problema dogmático. Lutero se opone a las presiones sistémicas del capitalismo sometiéndolo a la crítica del mandamiento divino” [234].
“… Esto significa ni más ni menos que (Lutero) considera a la congregación como sujeto social anticapitalista e independiente, que se opone a las presiones del sistema” [236].
Aunque nunca lo define, parece que el problema con el capitalismo para Hoffmann es que expresa la victoria de los ricos sobre los pobres en la lucha por el poder y la riqueza:
“Con la creación de los bancos al comienzo del capitalismo mercantilista, la lucha medieval por el predominio del poder papal sobre el imperial adquiere una nueva dimensión. El Papa, los obispos, el Emperador, los príncipes, los nobles y la recién surgida clase de los comerciantes y banqueros se disputan el dominio de distintos aspectos de la vida, las cuestiones sociales, económicas, políticas y eclesiástico-religiosas, y lo hacen siempre en desmedro de la clase social baja, política, económica y religiosamente dependiente” [24].
El lector del libro tiene que juntar las piezas que Hoffmann no dice claramente, y esta es la tendencia predominante en todo el libro. Parece que Hoffmann presupone que sus lectores ya están de acuerdo con él y lo comprenden bien. Pero con respecto al tema mencionado, surge un par de preguntas: Muchas estadísticas muestran que el debilitamiento de Estados totalitarios en favor del libre comercio ha disminuido significativamente la pobreza mundial. ¿Por qué Hoffmann ni siquiera ofrece un reconocimiento de estos datos? Y si todo tipo de capitalismo es malo, y si la lucha por el poder se manifiesta en el capitalismo, ¿cuál es la alternativa? Esta respuesta es parte de todo el punto del libro, y no encontramos una respuesta clara y sucinta más allá de condenar el cobro de intereses, y promover una banca comunitaria que regala dinero a los necesitados, y organizar la iglesia en algún tipo de comuna.
“Por último, Lutero desarrolla la idea de que la congregación cristiana en sí misma está destinada a existir como sujeto económico independiente. Para él, la congregación es aquella parte de la sociedad en la que se presta evangélica y gratuitamente y en la que se comercia con dinero o mercancías. Esto significa ni más ni menos que considera a la congregación como sujeto social anticapitalista e independiente, que se opone a las presiones del sistema” [236]
A pesar de que Hoffmann afirma contundentemente que Lutero desarrolló estas ideas, tendrá que admitir que han sido muy pocos los luteranos que han formado comunas socialistas “independientes” en la sociedad. Surge la inquietud: ¿estaremos frente a una labor de eiségesis de parte de Hoffmann en cuanto a Lutero? Regresaremos luego a algunos de estos puntos.
El término ‘instrumental’, ‘instrumentalización’
El uso de este concepto reluce una vez más que Hoffmann escribe para un círculo que tiene un enfoque propio. Uno de los encabezados dice:
“El sistema de indulgencias y la instrumentalización del sacramento de la penitencia” [30]
Otra vez,
“El grado de instrumentalización de este sacramento de la penitencia en manos de la Iglesia se ve también en su conexión con intereses económicos” [32].
Según Hoffmann, la Edad Moderna instrumentaliza la razón:
“Aquí podrá hallarse una de las raíces del desarrollo de una razón instrumental en la Edad Moderna, que somete al mundo y a la naturaleza” [46; no podemos evitar la pregunta de que si el hombre no usa su raciocinio como ‘instrumento’, ¿para qué lo debe usar?].
La teología de Lutero ha sido instrumentalizada [20].
Y ¡el mismo Dios es instrumentalizado!
“… En ambos casos, Dios es utilizado e instrumentalizado según los deseos y las intenciones humanas” [47].
Etimológicamente un “instrumento” es alguna herramienta con sentido neutral. Un martillo puede ser usado para construir una casa o quebrar la cabeza de una persona. Pero Hoffmann utiliza “instrumental” o “instrumentalizar” con un sentido diferente. Se coloca claramente dentro de una perspectiva de dialéctica histórica de lucha de poder de clases o grupos, en que las diferentes partes utilizan “herramientas” (sociales, económicas o religiosas) para oprimir a otros. Hoffmann constantemente se refiere a “sistemas”, porque su enfoque se acerca mucho al marxismo en que las diferentes clases crean sus propios “sistemas” para protegerse y defenderse. El problema con este acercamiento es doble: 1) Aunque Hoffmann habla del “pecado” como universal, los “instrumentos” de opresión parecen ser utilizados solo por los ricos y poderosos. ¿Las personas pobres no pecan? ¿Ellos nunca crean ningún tipo de ‘sistema’ opresiva? 2) Presentar lo “instrumental” de la manera que lo hace puede llevar a serias debilidades en la comprensión de Lutero. Y de hecho, esto es lo que sucede con la penitencia.
Hoffmann interpreta la oposición de Lutero a la penitencia dentro del esquema de lucha social – “instrumentalización del sacramento” (léase “usar el sacramento como garrote”). Considera que al rechazar la interpretación Católica de la penitencia, Lutero modela la victoria sobre un “instrumento” religioso usado para oprimir las masas. Sin negar los abusos de Roma (que hasta los Católicos lo admiten), nosotros percibimos que Hoffmann pierde la capacidad de reconocer plenamente el concepto de “penitencia” como lo enseña Lutero. Hoffmann interpreta la lucha de Lutero en términos horizontales: Lutero le quita a Roma el instrumento opresivo del sacramento de la penitencia, y lo pone en manos del pueblo. Pero se puede demostrar que esta interpretación no concuerda con la realidad del caso.
Brevemente, en los mismos documentos que Hoffmann transcribe, Lutero coloca el asunto de la penitencia y la fe en el contexto de términos verticales de la ira de Dios, la justicia de Dios, y la reconciliación con Dios. Algunas citas de los documentos que Hoffmann ofrece de los escritos de Lutero afirman:
“Y la ley obra la ira de Dios, mata, maldice, acusa, juzga y condena todo lo que no está en Cristo” [39; Disputación de Heidelberg, #23]
“Creo que Jesucristo … me ha redimido del pecado, del diablo, de la muerte y de toda desdicha. Porque antes yo no tenía ni señor, ni rey alguno, sino que estaba sujeto a la potestad del diablo, condenado a morir, retenido en los lazos del pecado y de la ceguedad… (estábamos) bajo la ira de Dios, privados de su gracia, condenados a la perdición eterna … hasta que el Hijo único de Dios se compadeció de nuestra calamidad y miseria … y descendió de los cielos para socorrernos” [42; del Catecismo Mayor Artículo segundo]
Lutero no ignora que el pecado arroja al hombre en “toda desdicha” (desórdenes de vida en el mundo). Pero la raíz del problema es que estamos bajo la condenación de Dios a causa del pecado, no la opresión de Roma. Lutero se opone al sacramento de la penitencia no primeramente porque era un “instrumento” de opresión por Roma, sino porque llevaba a los hombres ante hombres y no ante Dios para el perdón. Hoffmann infla un aspecto realmente secundario (el que Roma manejaba la penitencia) y pierde por completo la esencia del punto que Lutero hace.
Al adoptar una interpretación dialéctica de la historia, Hoffmann pierde vista de un elemento muy importante en la teología de Lutero. Regresaremos a estos puntos más adelante. El punto aquí es que el autor presupone una cierta lectura de la historia sin definir claramente sus términos. En este caso Hoffmann toma un término neutral, “instrumento”, y le da un sentido de lucha de clases. Nos hubiera gustado más transparencia desde el comienzo de la obra en cuanto a los términos y conceptos claves.
La ‘perspectiva de la cruz’
Posiblemente la frase más problemática de todo el libro es también la que Hoffmann considera el centro de su tesis: “La perspectiva de la cruz”. Ya mencionamos arriba que el autor considera que más allá de los elementos específicos de la teología de Lutero, como por ejemplo la justificación por la fe, la “perspectiva de la cruz” explica la mística verdadera del pensamiento del reformador.
El problema es, ¿en qué consiste esta ‘perspectiva de la cruz’? Tememos que Hoffmann esté imponiendo sobre Lutero de manera ecléctica varias interpretaciones teológicas. Él menciona Iwand, Altmann, Schaull, H.M. Barth, y Moltmann entre otros. Y sería difícil armonizar la teología de Moltmann (por ejemplo) con la de Lutero de cualquier manera razonable. Pero trataremos de hacer el trabajo que Hoffmann no hace, el de dar algunas definiciones claras. Tendremos que juntar una que otra declaración para ver si encontramos claridad.
En primer lugar, “la perspectiva de la cruz” según Hoffmann no tiene nada que ver con “conservar sus fórmulas, (un peligro siempre presente en el luteranismo)” [17; paréntesis del autor]. Hoffmann aquí y en muchos lugares se distancia de toda posición confesional, la que él llama “rígida” [21]. El problema es que Hoffmann no nos dice cuáles Artículos de las Fórmulas luteranas no quiere conservar. ¿Ninguno? No puede ser así, porque en todo el libro Hoffmann cita los documentos doctrinales de Lutero (catecismos, confesiones, etc). Nos encontramos en su libro una forma ‘tendenciosa’ generalizada de presentar su material. Pero si el libro pretende ser un recurso académico, se esperaría una presentación más clara de su argumento. Cualquier lector adulto tiene derecho de saber de Hoffmann cuáles fórmulas no considera que deben ser conservadas, y cuáles artículos de fe son demasiado rígidos. La seriedad académica y la honestidad no tratan cosas serias de manera vaga y tendenciosa.
En segundo lugar, Hoffmann usa “la perspectiva de la cruz” de una manera extraña para cualquiera que haya leído la teología y los sermones de Martín Lutero. Leemos “Cuando Lutero publicó y fundamentó científicamente por primera vez su crítica al sistema de indulgencias … puso de relieve la cruz como perspectiva directriz de cualquier teología” [17; énfasis del autor]. Y a pesar de que Hoffmann luche varonilmente por crear una “perspectiva”, lo único que demuestran las citas que ofrece es que Lutero habla de la “cruz” como sinécdoque (esto ha sido la costumbre desde los apóstoles. Sinécdoque es representar el todo por una parte). “La cruz” durante toda la historia del cristianismo puede representar toda la persona y obra de Cristo, o partes de ello. En vano Hoffmann intenta convertir las frases de Lutero “teología de gloria” y “teología de cruz” en una perspectiva de luchas opuestas de grupos sociales.
Mientras Lutero contrasta obras humanas y amor al mundo (teología de gloria) con justificación por la fe y servicio a Cristo (teología de la cruz), Hoffmann lo interpreta como la identificación de ‘Cristo’ con los que sufren: “Con cruz y pasión Lutero se refiere en primer lugar a la pasión y a la cruz de Cristo, pero al mismo tiempo piensa en la cruz de los cristianos. Para él, la cruz de Cristo y la cruz de los cristianos están estrechamente relacionadas” [49; énfasis mío]. También “Es por esto que no puede existir un conocimiento directo de Dios” [48]. Otra vez, de manera tendenciosa, Hoffmann dirige al lector hacia la idea de que Cristo no se revela “directamente” al que tiene fe en él, sino “en” los que sufren (“indirectamente” en su lenguaje). Pero no ha demostrado que Lutero dice esto. Hay una fuerte sospecha de que Hoffmann está forzando un uso de sentido común del término “cruz” en una dirección más conforme a Moltmann que a Lutero. Los cristianos saben que una vez que Cristo los salva son puestos contrarios al “mundo”, lo cual podrá acarrear persecución e incluye sufrimiento. Pero Hoffmann muestra mucho atrevimiento en sus declaraciones, tomando en cuenta lo celoso que era Lutero para resguardar el carácter soberano, único y divino de la obra de Cristo. Mezclar “cruz y pasión de Cristo” con los sufrimientos de los cristianos como perspectiva vital de Lutero (título del capítulo) necesita una prueba mucho más clara de lo que Hoffmann ofrece.
En tercer lugar, la “perspectiva de la cruz” extrañamente se desaparece del argumento del libro después de los primeros capítulos. En los capítulos sobre la ética religiosa, política y económica, Hoffmann sencillamente ofrece citas de Lutero con su interpretación y aplicación directamente al contexto moderno. Ya no encontramos análisis desde la “perspectiva de la cruz”. Esto es notable, ya que Hoffmann mismo afirma que es precisamente esta perspectiva (“de la cruz”) que es el substrato, el fondo esencial, de toda la teología de Lutero:
“La Teología de la Cruz no marca un período específico de la teología de Lutero, como muchas veces se ha sostenido, sino que representa el fundamento mismo de toda su teología y caracteriza todo su pensamiento teológico. Esta teología es un principio epistemológico teológico especial que tiene su correspondencia en la Teología de la Cruz del Apóstol Pablo” [44].
A pesar de estas afirmaciones, no hay ningún análisis “desde la perspectiva de la Cruz” en el capítulo VIII (por cierto, uno de los capítulos mas informativos y útiles para entender los conceptos políticos de Lutero, que Hoffmann mismo admite no forman un sistema coherente [214]). Pareciera que cuando Hoffman se dedica a explicar a Lutero en términos ‘normales’ sin imponer categorías ajenas, provee análisis puntual y útil.
En el capítulo IX sobre la ética económica de Lutero, no solo no encontramos un análisis “desde la perspectiva de la Cruz”, sino Hoffmann introduce otro “sistema conceptual” – Mammón. “Vale decir, que el Mammón que actúa en la usura se califica como sistema conceptual” [234; énfasis mío]. “El capitalismo … somete a todos a la presión de su sistema” [235; énfasis mío]. Realmente este “sistema conceptual” juega un papel igual o más fuerte para Hoffmann que la misma “perspectiva de la Cruz”, y debe haber sido incluido en la Introducción como marco interpretativo.
En resumen, encontramos muchas categorías y declaraciones en el análisis de Hoffmann que son ofrecidas sin suficiente definición, especialmente dado lo problemático que son. El “sabor” que da el libro es que Hoffmann escribe para un grupo reducido de personas que ya manejan sus mismas categorías y perspectivas. Esto le resta profundidad a su análisis, porque Hoffmann contradice no solo las “fórmulas” de Lutero, sino unos cuatrocientos años de interpretación luterana. Si se busca corregir estas cosas, esperaríamos un mejor tratamiento.
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